lunes, 1 de noviembre de 2021

San Agustín: Las Bienaventurazas




COMENTARIO AL EVANGELIO

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS



En aquel tiempo: Viendo Jesús a la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos , porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Mateo V, 1-12

 


SAN AGUSTÏN

Las bienaventuranzas Extractamos el sermón 53, que amplía la doctrina expuesta en el libro Sobre el sermón de la Montaña (cf. PL 38,364-372). 


A) Deseo universal de la felicidad

«Vamos a hablar de lo que puede producir la vida feliz, esa vida feliz que no hay quien no desee. Es imposible encontrar quien no quiera ser feliz. Pero, ¡ay!, ojalá que los hombres, así como aman el premio, no rechazaran el trabajo que lo merece. ¿Quién es el que no corre con todas sus fuerzas cuando se le dice que será feliz? Pues oiga también con gusto cuando se le añade: Si hicieres tal y tal cosa. Nadie rechace la lucha si desea el premio, y enciéndase el ánimo con el afán de la recompensa. Lo que queremos, lo que deseamos, lo que buscamos, vendrá después; lo que se nos manda hacer para conseguirlo corresponde al momento presente. Comenzad, pues, a recordar las palabras divinas, sean preceptos o premios». 


B) Las bienaventuranzas


a) POBREZA DE ESPÍRITU

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Mt. 5,8). Después será tuyo el reino de los cielos; ahora debes ser pobre de espíritu. ¿Quieres que el reino de los cielos sea tuyo más tarde? Mírate ahora y observa de quién eres. Sé pobre de espíritu. Quizás me preguntes en qué consiste eso. Ningún hinchado es pobre de espíritu; luego el humilde lo es. Alto es el reino de los cielos, pero el que se humilla será ensalzado (Lc. 14,11)». 


b) MANSEDUMBRE

«Escucha lo que sigue: Bienaventurados los mansos, porque a ellos les dará la tierra (Mt. 5,4). Ya estás deseando poseer la tierra. Ten cuidado, no sea ella quien te posea a ti. La poseerás si eres manso; serás poseído si no lo eres. Cuando oigas el premio que te proponen 'cíe poseer la tierra no ensanches la bolsa de esa avaricia con que quieres poseerla excluyendo a todo vecino, no sea que te engañe tu juicio. Poseerás verdaderamente la tierra cuando te apegues al que hizo al cielo y a ella. Ser manso es no resistir a Dios, de forma que cuando obres el bien, El te plazca a ti y tú a ti mismo, y que cuando sufras justamente un castigo no te desagrade El a ti, sino a ti mismo. No es poca cosa el que desagradándote tú a ti mismo le desagradarás». 


C) LLANTO

«Atiende lo tercero. Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados (Mt. 5,5). El trabajo es el llanto, el consuelo es el premio. Porque los que lloran carnalmente, ¿qué consuelo tienen? Molestias temibles. Los que lloran sólo se consuelan donde no temen volver a llorar. Por ejemplo, da pena un hijo muerto y alegría el que nace. Quita el uno y recibe el otro. En uno hay tristeza y en el otro temor; pero en ninguno consuelo. Luego el único consuelo verdadero es el que da lo ¿que no puede perderse, y así se consolarán alegres después los que ahora gimen peregrinando». 


d) HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

«Veamos el cuarto trabajo y su premio. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos (Mt. 5,6). ¿Quieres hartarte? ¿De qué? Si es la carne la que desea un hartazgo, pasado éste volverá a hambrear, y el que bebiere de este agua, dice el Señor, volverá a tener sed (Io. 4,13). La medicina que cura hace que la herida no vuelva a doler. En cambio, la comida que se da al hambre la alivia sólo por un momento. Pasa la hartura. vuelve el hambre..: Tengamos, pues, hambre y sed de justicia, Para que nos sature esa justicia de que ahora tenemos sed y hambre... Tenga hambre y sed nuestro hombre interior, puesto que a mano está su comida y su bebida. Yo soy, dice Cristo, el pan que bajó del cielo (Io. 6,41). Ahí tienes un pan que comer, ahí tienes una bebida para tu sed, porque en él está la fuente de la vida (Ps. 35, 10). 


e) MISERICORDIA

Dios lo que sigue: Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos (Mi:. 5,7). Haz y se te hará con el Prójimo y será hecho contigo. Porque abundas, padeces necesidad; abundas en bienes temporales y necesitas los eternos. Escuchas un mendigo; también tú eres mendigo de Dios. Te piden y tú pides; como obres con el que te pide, así obrará Dios contigo cuando le pidas a El. Estás lleno y vacío; llena el vacío de tu abundancia y Dios te llenará a ti de la suya».



f) PUREZA

Escucha también lo que sigue: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt. 5,8). Este es el fin de nuestro amor; fin en el sentido de que nos perfecciona, no de que nos termina. La comida se termina, y se termina el vestido; la primera, por-que se consume al ser comida, y el segundo, porque se concluye al ser tejido. Aquélla termina y éste también, pero la una termina consumiéndose y el otro adquiriendo la perfección. 

Cuando llegue la visión de Dios no necesitaremos nada. ¿Qué va a buscar aquel que tiene a Dios, o qué le bastará a aquel a quien Dios no le es bastante? Deseamos ver a Dios, buscamos ver a Dios, ardemos en deseos de ver a Dios, ¿quién no? Pero escucha lo que se acaba de decir: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Prepara lo necesario para verle. Poniéndote un ejemplo carnal, ¿cómo deseas ver la salida del sol con unos ojos legañosos? Sánalos y entrará la alegría de la luz; déjalos enfermos y se te convertirán en tormento. No te permitirán contemplar con un corazón manchado lo que no es posible ver sino con uno limpio; te rechazarán y no verás. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios...

¿Cuántas clases de bienaventuranzas he enumerado ya? ¿Cuán-tas causas de la felicidad, cuántas obras y premios, qué méritos y remuneraciones? Pues todavía no había dicho que verían a Dios... Ahora es cuando se dice. Hemos llegado a los limpios de corazón, a quienes se promete la visión de Dios, ' porque y no sin causa que éstos son los que tienen los ojos con que se ve a Dios. De es tos Zas. hablaba San Pablo al decir: Ojos iluminados de vuestro corazón (Eph. 1,18).. Hasta ahora nuestros ojos, en medio de su debilidad, son i iluminados por la fe, después serán iluminados con la visión gracias a su futura robustez, porque mientras moramos en este cuerpo estamos ausentes del Señor, porque caminamos por la fe y no por la esperanza (2 Cor. 5,6). ¿Qué es lo que se dice de nosotros mientras vivimos de la fe? Ahora vemos por medio de, un espejo y en enigma entonces cara a cara (1 Cor. 13,12). Si limpiáis su templo al Creador, si , queréis que venga y haga mansión en vosotros, pensad rectamente del Señor y buscadle e con sencillez de corazón (Sap. 1,1) pensad a quién decís, si es que se lo decís y lo decís de verdad—te dice mi corazón: buscaré tu rostro (Ps. 26,8). 

Sí quieres, tú eres la sede de Dios, ¿Dónde tiene Dios su sedes sino donde habita, dónde habita sino en su templo? El templo, de Dios es santo, y ese templo sois vosotros  osotros Cor. 3,17). Mira, pues dónde hayas de recibir al Señor. Dios es espirita, y los que le adoran b adorarle en espirito y en verdad (Io. 2,24). Entre, pues, ya, si te place, en tu corazón el Arca del Testamento y caiga Dagón (1 Reg, 5,3). Oye y aprende a desear a Dios, busca el modo de 'repararte para conseguir verle: Bienaventurados, dice, los limpios 'de corazón, porque ellos verán a Dios.. 



g) EL GRAN PREMIO DE LA PUREZA

«Escucha y entiende, si es que yo soy capaz de explicarlo, con so gracia. Ayúdeme El para que podamos entender cómo en los antedichos trabajos y premios les unos son muy a propósito para los otros. 

Corno quiera que los humildes parecen más alejados de reinar, dice: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Como los hombres mansos son tan fácilmente excluidos de su tierra, dice: Bienaventurados los mansos, porque a ellos se les dará la tierra. Todo lo demás es patente, claro, fácilmente cognoscible y no necesita ni de explicación ni de comentario. Bienaventurados los que lloran; ¿quién llora que no desee consuelo? Bienaventurados los que tienen hambre; ¿quién tiene hambre y sed que no desee satisfacerlas? Bienaventurados los misericordiosos; ¿y quién es misericordioso sino el que desea que Dios, en atención a sus obras, se porte con El como El se porta con los pobres? Por eso dice: Bienaventurados los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos. En ninguno de estos casos se ha indicado un premio que no sea congruente con el precepto. Se impuso el de la pobreza de espíritu: el premio será el reino de los cielos..., y así ahora se manda que limpies tu corazón, y el premio será el ver a Dios. 

Pero cuando se habla de los preceptos y de los premios y escuches: Los limpios de corazón son bienaventurados, porque verán a Dios, no pienses que no lo han de ver los pobres de espíritu, ni los mansos... Los bienaventurados poseen todas estas virtudes. Verán, Pero no verán por ser pobres de espíritu, ni por ser misericordiosos, ni..., sino por ser limpios de corazón. Ocurre lo mismo que si, refiriéndonos a los miembros corporales, dijéramos: Bienaventurados los que tienen pies, porque andarán; bienaventurados los que tienen manos, porque trabajarán...; los que tienen ojos, porque verán. enseña. Del mismo modo, al referirse a los miembros espirituales,, seña lo que pertenece a cada uno de ellos. La humildad es a propósito para conseguir el reino de los cielos; la mansedumbre para poseer la tierra..., y el corazón limpio, para ver Dios.

¿Y cómo limpiaremos el corazón si deseamos ver a Dios? Nos  lo ha enseñado la Sagrada Escritura: La fe limpió sus corazones (Act. r5,9).




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