sábado, 25 de julio de 2020

Boletín Dominical 26 de julio



Día 26 de Julio, Santa Ana,

Madre de la Ssma. Virgen María,


Conm, Domingo VIII de Pentecostés.
Doble de II Clase.

Fue entre todas las mujeres elegida para ser madre de la que había de ser Madre de Dios; la Bienaventurada Virgen Maria, concebida sin mancha de pecado original. Se desposó con Joaquín, que vivía en Nazareth y era de la real casa de David, con cuyo enlace se unió la familia sacerdotal con la real. Esta santa nos dejó un modelo perfecto de la vida interior, y un compendio de las más raras virtudes. Mostremos cariño y devoción a Santa Ana, madre de la Virgen y abuela de Jesús, seguros de que será ello muy grato a Dios.


Domingo VIII de Pentecostés


Rinde cuentas de tu administración”, dice al mayordomo su señor, en la parábola que nos propone Jesús.
Al fin de la vida, cuando se halle cercana la muerte y tras la muerte el juicio, habremos todos de rendir cuentas al Juez Divino que nos dirá: dame cuenta de cómo has negociado, de cómo has usado de tantos bienes como te entregué. Bienes naturales y sobrenaturales, de inteligencia y de gracia, materiales y espirituales.

En ese momento ¿nos sonrojaremos como el mayordomo infiel, o nos sentiremos tranquilos y satisfechos de nuestra vida? (Continúa) 




(Sigue) Inevitable es este juicio. Lo ha dicho la Verdad infalible: “Establecido está que los hombres mueran una vez e inmediatamente venga el juicio” (S. Pablo, Hebreos 9, 27). Del cual juicio no se librará nadie: “¿acaso crees, Oh hombre, que podrás librarte del juicio de Dios?” (S. Pablo, Romanos, 2, 3).Y este juicio será definitivo. Ya no habrá más tiempo para volver a negociar, para corregir los yerros de la vida; se acabó la administración de los bienes que recibimos; “del lado que se caiga, en él quedará siempre” (Eclesiastés 11, 3)

Tiempo es, pues, ahora de examinar nuestra conducta, de ajustar nuestras cuentas y conformar nuestras acciones a la voluntad de Dios. Como el mayordomo, empleemos todos los bienes recibidos de Dios en hacer con ellos cosas  buenas, actos de caridad, recordando que la limosna no es un simple consejo, sino un precepto, para que así ganemos amigos que en aquel momento nos defiendan: las mismas obras buenas que hablarán a nuestro favor. Conquistemos pues, el favor de los amigos del Corazón de Jesús que toma como hecho a su propia persona todo el bien que hagamos a los pobres.





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