viernes, 10 de abril de 2020

Sermón Jueves Santo



Sermón


P. Gabriel M. G. Rodrigues



Epístola
Hermanos: Cuando os reunís en un mismo lugar, no es para comer la Cena del Señor; porque cada cual, al comenzar la cena, toma primero sus propias provisiones, y sucede que uno tiene hambre mientras otro está ebrio. ¿Acaso no tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis la Iglesia de Dios, y avergonzáis a los que nada tienen? ¿Qué os diré? ¿He de alabaros? En esto no alabo. Porque yo he recibido del Señor lo que también he transmitido a vosotros: que el Señor Jesús la misma noche en que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo, el (entregado) por vosotros. Esto haced en memoria mía. Y de la misma manera (tomó) el cáliz, después de cenar, y dijo: Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre; esto haced cuantas veces bebáis, para memoria de Mí. Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que Él venga. De modo que quien comiere el pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero pruébese cada uno a sí mismo, y así coma del pan y beba del cáliz; porque el que come y bebe, no haciendo distinción del Cuerpo (del Señor), come y bebe su propia condenación. Por esto hay entre vosotros muchos débiles y enfermos, y muchos que mueren. Si nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. Mas siendo juzgados por el Señor, somos corregidos para no ser condenados con el mundo.
I Corintios XI, 20-32


Evangelio
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para que pasase de este mundo al Padre, como amaba a los suyos, los que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. Y mientras cenaban, cuando el diablo había ya puesto en el corazón de Judas, el Iscariote, hijo de Simón, el entregarlo, sabiendo que su Padre todo se lo había dado a Él en las manos, que había venido de Dios y que a Dios volvía. se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos, y se ciñó un lienzo. Luego, habiendo echado agua en un lebrillo, se puso a lavar los pies de sus discípulos y a enjugarlos con el lienzo con que estaba ceñido. Llegando a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿Tú lavarme a mí los pies?” Jesús le respondió: “Lo que Yo hago, no puedes comprenderlo ahora, pero lo comprenderás después. Pedro le dijo: “No, jamás me lavarás Tú los pies”. Jesús le respondió. “Si Yo no te lavo, no tendrás nada de común conmigo”. Simón Pedro le dijo: “Entonces, Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “Quien está bañado, no necesita lavarse [más que los pies], porque está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, pero no todos”. Él sabía, en efecto, quién lo iba a entregar; por eso dijo: “No todos estáis limpios”. Después de lavarles los pies, tomó sus vestidos, se puso de nuevo a la mesa y les dijo: “¿Comprendéis lo que os he hecho? Vosotros me decís: «Maestro» y «Señor», y decís bien, porque lo soy. Si, pues, Yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis unos a otros lavaros los pies, porque os he dado el ejemplo, para que hagáis como Yo os he hecho.   
Juan XIII, 1-15


 A.M.G.D

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