La Iglesia de Cristo
Una Revisión de la Doctrina Básica sobre la Iglesia Católica.
Por el Rev. Padre Francisco Radecki
Traducción: Rev. P. Pio Espina y Rev. P. Gabriel María Rodrigues
Es un hecho histórico que Jesucristo fundó la Iglesia Católica. Esta Iglesia visible tiene un conjunto fijo de creencias (El Depósito de la Fe: Las Sagradas Escrituras y la Tradición Apostólica), un culto uniforme (el Santo Sacrificio de la Misa), siete Sacramentos que dan la gracia a los que los reciben, y una jerarquía (El Papa, los obispos y sacerdotes que ministran al laicado).
Una Iglesia Visible.
Jesucristo se refirió a Su Iglesia cuando habló de la vid y los sarmientos y también más tarde cuando dijo: “Yo soy el buen pastor. Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a Mí” (Io 10, 14). Nuestro Señor fundó la Iglesia Católica… “tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Math 16, 18). A lo largo de los tres años de Su vida pública, Cristo enseñó a los Apóstoles, discípulos, y a las turbas que Le seguían, y más tarde les ordenó que difundieran sin miedo la Fe Católica por todo el mundo. La Iglesia Católica ha tenido siempre un espíritu misionario y ha trabajado para instruir a los conversos de todo el mundo, ya que la mejor forma de la caridad para con el prójimo es trabajar por la salvación eterna de su alma inmortal.
Cada uno está obligado a seguir la verdad, que se encuentra en la Iglesia Católica. Aunque todos tengan libre albedrío, una persona que permanece indiferente o apática en materia de religión, es culpable, especialmente desde que Jesucristo descendió de los Cielos para redimir al mundo y fundar la Iglesia Católica. Desde que Nuestro Señor estableció la Barca de Pedro, Él espera que todos estén a bordo de ella. Aquellas que se mantienen voluntariamente en otro camino son culpables ante Sus ojos: “El que cree y se bautiza se salvará; el que no cree se condenará” (Mar. 16,16).
La Autoridad de la Iglesia
La protección y orientación del Espíritu Santo se reflejan en los tres atributos de la Iglesia Católica: autoridad, infalibilidad, e indefectibilidad. La Iglesia Católica recibió su autoridad de Jesucristo su Fundador, que dijo: “El que os oye, a mi me oye” (Luc 10,16).
Cristo dijo a los Apóstoles a que “enseñasen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar todo cuanto Yo os he ordenado” (Math. 28: 19-20).
Jesucristo, que fundó la Iglesia Católica, le dio Su autoridad por la que el Papa gobierna la Iglesia Universal, los obispos sus diócesis y rebaños, y los sacerdotes sus feligreses. Los tres anillos de la tiara papal simbolizan que el Papa está para enseñar, gobernar y santificar.
El Interregno.
La Iglesia sigue trabajando cuando la Sede de Pedro está vacante entre el reinado de los Papas (el interregno), mientras ella está esperando a que un sucesor sea electo o cuando hay un papa dudoso. Ya que la Iglesia Católica debe trabajar incesantemente para la salvación de las almas hasta el final de los tiempos, ella suministra la jurisdicción a los obispos y sacerdotes durante el periodo de interregno.
La Doctrina del Magisterio, consistiendo en el Papa y los obispos enseñando en unión con él, enseña infaliblemente las doctrinas de Cristo y las hace disponibles por todo el orbe. La autoridad es transferida desde Cristo, la Cabeza de la Iglesia Católica al Papa, Su vicario en la tierra, a los obispos nombrados por el Papa (1) y a los sacerdotes que sirven a las parroquias. El Concilio de Trento (1545-1563) enseñó que los poderes dados por Cristo a los Apóstoles fueron transferidos a los obispos.
Los oficios honoríficos en la Iglesia no dan poderes adicionales al sacramento. Los cardenales eligen Papas; los arzobispos gobiernan otras archidiócesis; los monseñores son sacerdotes que han sido honrados por el Papa por un servicio distinguido.
La Infalibilidad.
El Papa es protegido, por la infalibilidad papal, de enseñar a la Iglesia Universal cualquier cosa contraria a la fe y buenas costumbres. Cuando el Papa define infaliblemente una doctrina, él simplemente hace una pública declaración de lo que siempre fue enseñado por la Iglesia.
Cristo proveyó para la exacta transmisión de Sus inmutables enseñanzas de edad en edad a través de la infalibilidad papal, la divina salvaguardia que protege a los Papas de enseñar la herejía en materia de fe y moral. Un Papa no puede inventar nuevas doctrinas ni enseñar algo contrario al Deposito de la Fe. Monseñor Van Noort explica: “La infalibilidad no es apenas la ausencia de error, sino la imposibilidad de errar” (Christ’s Church, p. 119).
El Papa Pio XII escribió sobre la infalibilidad de las encíclicas papales en Humanis Generis: “… si el Supremo Pontífice en sus documentos oficiales juzga a propósito un tema que está en disputa, es obviamente que el tema, de acuerdo con la mente y el querer del mismo Pontífice, con puede ser más considerada como una cuestión abierta a discusión entre los teólogos.”
El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu de Verdad, protege al Papa de enseñar el error, como fue confirmado por el Concilio Vaticano de 1869 al 1870: “… el Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro de forma que, por Su revelación ellos pudieran manifestar una nueva doctrina, sino que, por Su asistencia, guardarían como sagrado y propondrían fielmente la revelación propagada por los Apóstoles, o el Deposito de la Fe” (Pastor Aeternus, c. 4. Pio Papa XII, Munificentíssimus Deus, 1 de Noviembre de 1950).
Indefectibilidad
La Indefectibilidad significa que Cristo estará con Su Iglesia todo el tiempo y que ella existirá hasta el final del mundo. “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo” (Math. 28-20).
Los herejes seleccionan y eligen lo que quieren.
Aunque una religión se pareciera un buffet, donde uno puede elegir las creencias, tendría esto apariencia religión, pero carece de sustancia. A través de los siglos líderes religiosos rebeldes han dejado la Iglesia Católica y fundado sus propias religiones. Muchos de estas religiones llevan los nombres de sus fundadores, de los cuales rechazaron enteramente o las creencias o las prácticas o desarrollaron otras nuevas.
Estos líderes, que rechazaron la autoridad de la Iglesia Católica, se establecieron como expertos en materias religiosas y vinieron a ser, para sus seguidores, la suma autoridad religiosa. Algunos siguieron privatizando la interpretación de la Escritura y rechazando igualmente la Tradición Apostólica. Otros cuestionaron la consistencia de las enseñanzas de los Papas, así como a aquellas de los Padres y Doctores de la Iglesia.
Puesto que las religiones hechas por el hombre son subjetivas, tienen inconsistencias y contradicciones. La Iglesia Católica es la única religión en el mundo que ha retenido esencialmente las mismas creencias y el mismo culto desde su fundación hasta el presente día.
Los herejes a menudo exageran una doctrina de la Fe y niegan otras. Ellos mantienen una apariencia de enseñanza Católica para más fácilmente engañar a sus seguidores. La herejía, una negación de una o más doctrinas de fide de la Iglesia, se basa en una soberbia y rebelión contra Dios, Sus leyes y su Iglesia.
Todo o nada.
El credo Católico es un conjunto – todo o nada. Considere las palabras de la Profesión de Fe del Concilio de Trento y las de la constitución Nuper ad nos del Papa Benedicto XIV:
“Además, todas las otras cosas enseñadas, definidas y declaradas por los sagrados cánones y por los Concilios ecuménicos… yo acepto y profeso sin hesitar, y al mismo tiempo todas las cosas contrarias a los mismos… igualmente condeno, rechazo y anatematizo” (Denzinger 1000, 13 de Noviembre de 1565, Injunctum Nobis, Papa Pio IV).
“Igualmente, yo acepto y profeso todas las otras cosas que la Santa Iglesia Romana acepta y profesa, e igualmente condeno, rechazo y anatematizo… todas las cosas contrarias, tanto los cismas cuanto las herejías, que han sido condenadas, rechazadas y anatematizadas por la misma Iglesia” (Denz. 1473, 16 de Marzo de 1743).
Un católico debe creer en todos los dogmas de fe de la Iglesia. Un católico practicante concurre a la Misa todos los domingos y recibe frecuentemente los sacramentos de la Penitencia y de la Santa Eucaristía. La Fe católica es un conjunto uniforme cuyas doctrinas y prácticas están intrínsecamente ligadas unas a otras. Las Sagradas Escrituras, la Tradición Apostólica, los escritos de los Papas, los Concilios generales, los Padres y Doctores de la Iglesia (2) y los santos comunican el mismo mensaje y no se contradicen los unos a los otros. Si parece que hubo alguna contradicción, esto es causa de una mala interpretación.
La Redención
Nuestro Señor redimió al género humano y abrió las puertas del Cielo a través de su Pasión y Muerte en la Cruz. “Dios amó tanto al mundo que dio su Hijo Unigénito, para que aquél que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Io 3:16). Jesús reparó el pecado original y el pecado de todos; sin embargo, cada persona es todavía tiene la responsabilidad de trabajar con “temor y temblor” (Phil 2:12) por su propia salvación. “Por lo que un hombre siembre, esto cosechará” (Gal 6:8).
Dios espera que cada uno viva una vida virtuosa, muera en estado de gracia y sea un ejemplo para todos. Aunque Jesús murió para reparar a los pecados de todos, no son todos los que se salvan: “Porque esta es Mi Sangre, la de la nueva alianza, que es derramada [eficazmente] por muchos para la remisión de los pecados.
Las formas extremas de ver la Salvación hoy día.
Muchos de la actualidad creen erróneamente que ellos son automáticamente salvados. Algunos piensan que están salvados meramente por aceptar a Jesús como a su Salvador personal. Otros creen que por estar bautizados, ellos pueden hacer los quieran. Ninguno de estos puntos de vista es correcto.
Otros ataques en contra la justicia y misericordia de Dios e incluso en contra el libre albedrío.
- A causa de la Salvación Universal todos están salvados incluso si nohacen lo que Dios manda.
- Uno no se salva al menos que haya recibido el Bautismo de agua.
- Dios predestina las personas que serán salvadas y las que se condenarán.
La Justificación.
Santo Tomás de Aquino escribió sobre la necesidad de estar incorporado a Jesucristo ya que “… pues debajo del cielo no hay otro nombre dado a los hombres, por medio del cual podemos salvarnos” (Act. 4:12). El tema es elucidado por Canon Smith:
“Tratando de la cuestión de que si un hombre puede ser salvado sin el Bautismo, Santo Tomas alude a que si el Bautismo actual es debidamente ausente por circunstancias accidentales, el deseo, procediendo de la ‘fe y trabajando a través de la caridad’, estará en la providencia de Dios su santificación interna. Pero cuando uno tiene ausencia del Bautismo actual y culpablemente se abstiene del deseo del Bautismo, ‘aquellos que no se bautizaren bajo tales condiciones no puede salvarse, porque ellos ni sacramental ni mentalmente están incorporados a Cristo, del cual solo viene la salvación.’” (The teachings of the Catholic Church, Vol. II, p. 675. Romanos 4, 11. III Q. 68, art. 2).
El Papa Pio XII condenó repetidamente el concepto de la salvación universal:
“Algunos reducen a una formula sin sentido, la necesidad de pertenecer a la Verdadera Iglesia, a fin de ganar la salvación eterna” (Humani Generis, pfo. 45 y 42)
“Actualmente apenas estos son incluidos como miembros de la Iglesia, los que han sido bautizados y profesan la verdadera fe, y los que no han tenido la desgracia de separarse de la unidad del Cuerpo, o ser excluidos por la legítima autoridad a causa de una grave falta cometida.” (Mistici Corporis Cristi, 22.)
El Papa también explica la necesidad de unirse Iglesia Católica para aquellos que están fuera de ella:
“… implorando las oraciones de toda la Iglesia para invitar desde lo más intimo del corazón a todos y a cada uno de ellos a que rindiéndose libre y espontáneamente a los internos impulsos de la gracia divina, se esfuercen por salir de ese estado, en el que no pueden estar seguros de su propia salvación eterna; pues, aunque por cierto inconsistente deseo y voto están ordenados al Cuerpo Místico del Redentor, carecen sin embargo de tantos y tan grandes dones y socorros celestiales, como sólo en la Iglesia Católica es posible gozar. Entren, pues, en la unidad católica y, unidos todos con Nos en el único organismo del Cuerpo de Jesucristo, converjan en una sola Cabeza en comunión de amor gloriosísimo. Sin interrumpir jamás las plegarias al Espíritu de Amor y de Verdad, Nos los esperamos con los brazos elevados y abiertos como a los que vienen no a la casa ajena sino a la propia casa paterna.”
El Bautismo de Deseo y Bautismo de Sangre.
Muchos católicos aprenden primero la doctrina sobre los bautismos de deseo y de sangre en el Catecismo. El Dr. Ludwig Ott resume (7) consistentemente el asunto:
“En caso de emergencia, el Bautismo de agua puede ser reemplazado por el de deseo o por el de sangre.”
- El Bautismo de deseo (Baptismus flaminis sive Spiritus Sancti):
“El Bautismo de deseo es el explicito o implícito deseo del Bautismo sacramental () asociado a la contrición perfecta (contrición basada en la caridad).
… de acuerdo con la enseñanza de la Sagrada Escritura el amor perfecto tiene el poder de justificar. ‘Muchos pecados le fueron perdonados a ella porque ha amado mucho’ (Luc 7:47). ‘El que me ama será amado por Mi Padre: y Yo lo amaré y me manifestaré a él.’ (Io 14:21) ‘Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso’ (Luc 23:43)”.
“El Bautismo de deseo obra [por la obra de la persona]. Él confiere la gracia santificante, que perdona al pecado original y a todos los pecados actuales, y libra del castigo eterno por el pecado.
- Bautismo de Sangre (Baptismus sanguinis):
“El bautismo de sangre significa el martirio de una persona no bautizada, que es, que es el paciente sufrimiento de una violenta muerte o un algún asalto que naturalmente llevaría a muerte, por razón de una confesión de fe Cristiana [Católica], o por la práctica de una virtud Cristiana. Desde el principio los Padre consideraron al martirio como un substituto del bautismo. El bautismo de sangre no opera solamente … sino que siendo una confesión objetiva de la Fe, él obra también cuasi . El confiere la gracia de la justificación, y cuando las disposiciones propias están presentes, también la remisión de los pecados veniales y el castigo temporal.” (Ott. p. 356-357).
El Catecismo enseña:
“El bautismo de deseo quita a todo pecado, original y actual, y el debido castigo eterno por el pecado. Sin embargo, no emprime carácter en las almas, ni tampoco quita necesariamente todos los castigos temporales debidos por los pecados actuales. El bautismo de sangre no imprime carácter en el alma, ni le da el derecho de recibir los otros sacramentos. Sin embargo, confiere la gracia y quita el pecado, original y actual, y el castigo debido al pecado” (pp. 188-189).
Aquellos que vienen a ser miembros de la Iglesia Católica por el Bautismo de deseo y por el de sangre deben tener necesariamente un claro deseo, explicito o implícito, de recibir el sacramento del bautismo y hacer a cualquier otra cosa que Dios mande. Por lo tanto, no hay contradicción con la doctrina infalible: fuera de la Iglesia no hay salvación”, ya que estos individuos, que han sido justificados, murieron en estado de gracia santificante como miembros de la Iglesia Católica.
Nulla Salus Extra Ecclesia
(No hay salud fuera de la Iglesia)
La Carta del Santo Oficio al Cardenal Cushing, del 8 de Agosto de 1949, estatuye:
“La infalible sentencia que nos enseña que fuera de la Iglesia no hay salvación está entre las verdades que la Iglesia enseñado siempre y siempre enseñará. Pero este dogma debe ser entendido como la Iglesia misma lo entiende. Porque Nuestro Salvador no dejó al juicio privado la explicación de lo contenido en el Depósito de la Fe, sino que la dejó a la autoridad doctrinal de la Iglesia.” (Cf. John Clarkson S.J. , p. 119).
“… Por lo tanto, nadie que sabe que la Iglesia fue divinamente establecida por Cristo, y, a pesar de eso, rehúsa ser miembro de la Iglesia o rehúsa obedecer al Romano Pontífice, el Vicario de Cristo en la tierra, se salvará.”
El Cuarto Concilio de Letrán (1215), en el primer capítulo del documento sobre la Fe católica, declara: “De hecho una sola es la Iglesia Universal de los fieles, fuera de la cual nadie de ninguna manera se salva…” La Profesión de Fe del Concilio de Trento enseña: “Esta verdadera Fe Católica, fuera de la cual nadie puede salvarse…”
(Denz. 1000)
El Papa Eugenio IV escribió la bula papal (04/02/1441) durante el concilio de Florencia, que atendía a hacer regresar a la Iglesia Católica las iglesias cismáticas del Este. Desafortunadamente, gran número de líderes ortodoxos y sus fieles permaneció en la mala fe. Muchos de estos murieron cuando sus países fueron atacados por los musulmanes árabes. Al mismo tiempo, otros líderes ortodoxos y sus iglesias formalmente cismáticas se reincorporaron a la Fe Católica. El documento transmite dos ideas.
“La Santísima Iglesia Católica, fundada bajo la voz de nuestro Señor y Salvador… cree firmemente, profesa y proclama que aquellos que no permanecen dentro de la Iglesia Católica… no pueden venir a ser participantes de la vida eterna… al menos que antes del final de la vida los mismos se hayan adherido al rebaño;… y que nadie, por mas limosna que haya dado, aunque haya derramado su sangre por el nombre de Cristo [profesando una religión no-católica], puede ser salvado, si no permaneciese en el seno y unidad de la Iglesia Católica. (Denz. 703 714)
La Ignorancia Invencible
El Papa Pio IX el concepto erróneo como contrario a la enseñanza Católica que “los hombres que viven en error, y separados de la verdadera fe y de la unidad Católica pueden alcanzar la vida eterna” (, 10 de agosto de 1863) (10). El mismo Papa describe la ignorancia invencible como algo distinto:
“Porque, se debe sostener por la fe que fuera de la Iglesia Apostólica Romana, nadie puede salvarse; que esta es la única arca de la salvación; que el que no entrare allí, perecerá en la mar; pero, por otro lado, es necesario sostener por cierto el que aquellos que trabajan en ignorancia de la verdadera religión, si esta ignorancia es invencible, ellos no están manchados por ninguna culpa ante los ojos de Dios. Ahora bien ¿Quién será tan arrogante que sea capaz de señalar los límites de esta ignorancia, conforme a la razón y variedad de pueblos, regiones, caracteres y tantas otras y tan numerosas circunstancias?”(, 9 de Diciembre de 1854, Denz. 1647)
“Hay, por supuesto, quienes luchan contra la ignorancia invencible acerca de nuestra santa religión. Observando sinceramente la ley natural y los preceptos inscriptos por Dios en el corazón de todos y estando listos para obedecer a Dios, ellos (los ignorantes) viven vidas honestas y pueden llegar a alcanzar la vida eterna por la de la virtud eficaz de la luz divina y de la gracia. Dios conoce, examina y claramente entiende las mentes, los corazones, los pensamientos, y la naturaleza de todos, Su suprema amabilidad y clemencia de ninguna manera permite que alguien, sin ser culpable de un pecado deliberado, sufra el eterno castigo” (, 10 de agosto de 1863).
El Papa Inocencio III escribió una carta () a Berthold, Obispo de Metz, el 28 de agosto de 1206, sobre un judío que vivía entre no-católicos que intentó bautizarse a sí mismo. El Papa dijo que él debía ser bautizado por otro, si es que todavía estaba vivo. Y continua: “Sin embargo, si tal individuo ha muerto inmediatamente, hubiera volado al instante a la patria celeste por la fe en el sacramento, aunque no por el sacramento de la fe.”(Denz. 413)
La Contrición Perfecta
San Alfonso de Ligório escribió en sus : “Dios no puede volver el rostro de aquellos que se arrojan a Sus pies con un corazón humilde y contrito. ¡Oh, con cuanta ternura Dios abraza al pecador que se vuelve a Él!” Recuérdese la humilde contrición de Santa María Magdalena. El eminente Doctor de la Iglesia, San Roberto Belarmino dijo: “El arrepentimiento destruye a todo pecado” (). La perfecta contrición es a menudo una clara manifestación del amor de uno hacia Dios.
La Fe y la Caridad Sobrenatural
La carta del Santo Oficio (Prot. N. 122/49) del 8 de Agosto de 1949, explicando el Bautismo de deseo y de sangre, estatuye:
“Pero no debe ser enseñado que cualquier clase de deseo de integrarse a la Iglesia sea suficiente para que uno se salve. Es necesario que el deseo, por el cual uno es integrado a la Iglesia, sea animado por una perfecta caridad. Ni tampoco un deseo implícito puede producir su efecto, sin la fe sobrenatural.”
El Concilio de Trento (Sesión VI capitulo 8) declara:
“La fe es el principio de la salvación humana, el fundamento y raíz de toda justificación, sin ella es imposible agradar a Dios y llegar al consorcio de sus hijos.” (Denz. 801. Ver Hebreos 11,6)
El Padre Francis Connell, CSSR, escribió:
“La virtud o habito de la fe es necesario para la salvación por la absoluta necesidad de los medios. Porque nadie puede salvarse sino el que deja este mundo en estado de gracia santificante; y el que deja este mundo en estado de gracia santificante siempre posee la virtud de la fe” ()
San Francisco de Sales describe el enlace que hay entre la fe y la caridad cuando él escribe:
“Cuando la caridad es unida y adjuntada a la fe, aquella vivifica a esta. Así como el alma no puede permanecer en el cuerpo sin producir acciones vitales, la caridad no puede estar unida a nuestra fe sin producir obras conformes a ella.”
La obediencia a Dios y a Sus leyes, y la fe y caridad sobrenatural son necesarias para la salvación. “Al presente permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; mas la mayor de ellas es la caridad” (1 Cor 13,13).
Los Papas recuerdan a todos a que dejen el juzgar para Dios
Ya que Jesucristo murió en la cruz para redimir al género humano, Él juzgará a cada uno en el Juicio Particular luego de la muerte, y todo al género humano, en el Juicio Universal. Dios, que ve a todas las cosas, juzga con justicia e imparcialidad. La Misericordia y la Justicia son perfectamente balanceadas en Él como lo describe el Segundo Libro de los Macabeos (1, 24-25): “El Señor Dios, Creador de todas las cosas, terrible y fuerte, justo y misericordioso, Tú que eres solo el Rey Bueno, el solo excelente, el solo justo, omnipotente y eterno.”
En la alocución del 9 de Diciembre de 1854 el Papa Pio IX estatuye:
“Lejos de Nos, Venerables Hermanos, presumir poner límites a la infinita misericordia de Dios; lejos de Nos, desear escrudiñar el consejo oculto y los “juicios de Dios”que son “profundísimos” y no puede ser penetrado por el entendimiento humano.”
Es cosa temeraria e imprudente que un cualquiera declarare autoritariamente la salvación o condenación de alguien. En su encíclica el Papa Gregorio XVI escribió:
“Propio es de hombre soberbio o, más bien, insensato, pesar por balanzas humanas los misterios de la fe, “que superan todo sentido” (Phil 4,7), y confiarlos a la consideración de nuestra mente, que por condición de nuestra naturaleza, es débil y enferma”. (Denz.1616)
Aquellos que juzgan al prójimo son similares al fariseo que se alaba a sí mismo mientras se lamenta de los terribles pecados del publicano arrepentido como se nos narra en San Lucas 18: 9-14:
“Yo te digo, este hombre [el publicano arrepentido] bajó justificado a su casa más que el otro; todo aquel que se ensalza será humillado y todo aquel que se humilla será ensalzado”
Jesús, que perdonó a San Dimas y alabó a la fe del Centurión de Cafarnaúm cuyo criado curó (Math 8:10-11), será el único Juez Final que determinará quién será salvo y quien se condenará eternamente.
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