domingo, 26 de febrero de 2023

Sermón Domingo Primero de Cuaresma

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues


Sermón

R. P. Carlos Dos Santos


Lección

Hermanos: En cumplimiento de esa cooperación, a vosotros exhortamos también que no recibáis en vano la gracia de Dios, porque Él dice: “En el tiempo aceptable te escuché, y en el día de salud te socorrí”. He aquí ahora tiempo aceptable. He aquí ahora día de salud. Pues no (os) damos en nada ninguna ocasión de escándalo, para que no sea vituperado el ministerio; al contrario, en todo nos presentamos como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en prisiones, en alborotos, en fatigas, en vigilias, en ayunos; en pureza, en conocimiento, en longanimidad, en benignidad, en el Espíritu Santo, en caridad no fingida, con palabras de verdad, con poder de Dios, por las armas de la justicia, las de la diestra y las de la izquierda, en honra y deshonra, en mala y buena fama; cual impostores, siendo veraces; cual desconocidos, siendo bien conocidos; cual moribundos, mas mirad que vivimos; cual castigados, mas no muertos; como tristes, mas siempre alegres; como pobres, siendo así que enriquecemos a muchos; como que nada tenemos aunque lo poseemos todo.

II Corintios VI, 1-10



Evangelio

En aquel tiempo: Fué Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, para que fuese tentado por el diablo. Ayunó cuarenta días y cuarenta noches, después de lo cual tuvo hambre. Entonces el tentador se aproximó y le dijo: “Si Tú eres el Hijo de Dios, manda que estas piedras se vuelvan panes”. Mas Él replicó y dijo: “Está escrito: “No de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Entonces lo llevó el diablo a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo; y le dijo: “Si Tú eres el Hijo de. Dios, échate abajo, porque está escrito: “Él dará órdenes a sus ángeles acerca de Ti, y te llevarán en palmas, para que no lastimes tu pie contra alguna piedra”. Respondióle Jesús: “También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios”. De nuevo le llevó el diablo a una montaña muy alta, y mostrándole todos los reinos del mundo y su gloria, le dijo: “Yo te daré todo esto si postrándote me adoras”. Entonces Jesús le dijo: “Vete, Satanás, porque está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios, y a Él sólo servirás”. Le dejó entonces el diablo, y he aquí que ángeles se acercaron para servirle.

Mateo IV, 1-11

sábado, 25 de febrero de 2023

Dom Gueranger: Primer Domingo de Cuaresma




PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


SOLEMNIDAD DE ESTE DÍA

Este domingo primero de la Santa Cuaresma, es así mismo, uno de los más solemnes del año. Su privilegio aplicado, por las últimas decisiones romanas, a los demás domingos de Cuaresma (Constitución “Divino afflatu.”), pero que durante muchísimo tiempo fué exclusivo de Pasión y Ramos, consiste en no ceder el puesto a ninguna fiesta cualquiera, ni la del Patrono, titular de la iglesia o Predicación de la misma. En los antiguos calendarios es llamado el primer domingo de Cuaresma: Invocabit, Primera palabra del introito de la Misa. En la Edad Media se le llamaba: “Domingo de los Hachones” del uso de llevar hachones en la Misa del día, por motivos diversos no idénticos ni en tiempo ni en lugar. En algunos lugares, los jóvenes que se habían propasado en diversiones carnavalescas, debían presentarse hoy en la Iglesia, con un blandón en las manos para dar pública satisfacción de sus excesos.

Aparece hoy la Cuaresma con todo su solemne atuendo. Los cuatro días precedentes se añadieron bastante tarde para completar los cuarenta días de ayuno, y, el miércoles de Ceniza no tienen obligación los fieles de oír misa. Viendo la Santa Madre Iglesia reunidos a sus hijos les dirige las palabras del oficio de maitines, sirviéndose del elocuente estilo de San León Magno. “Carísimos hijos, les dice, debiendo anunciaros el ayuno sacrosanto y solemne de Cuaresma, ¿por ventura podré empezar más oportunamente mi plática que usando las palabras del Apóstol a quien Jesucristo habla y repitiendo lo que acaban de leeros: He aquí el tiempo favorable, he aquí los días de salvación? Por que, aún cuando no haya tiempo alguno durante el año, que no sea rico en dones celestiales y en que, por la gracia de Dios, no hallemos siempre abiertas las puertas de la misericordia divina, debemos, sin embargo, trabajar en este santo tiempo con mayor celo y excitarnos al progreso espiritual y animarnos de grande confianza. La Cuaresma en efecto, al ponernos a la vista el día sacro en que fuimos redimidos, nos invita a practicar todos los deberes de piedad cristiana a fin de disponernos para la purificación del cuerpo y alma a celebrar los misterios de la Pasión del Señor.


TIEMPO FAVORABLE

Tan gran misterio merecería de parte nuestra, respeto y devoción sin tasa y debiéramos estar siempre delante de Dios tales cuales quisiéramos el día de Pascua. Pero esta constancia no es caudal de muchos; la flaqueza de la carne nos fuerza a mitigar la austeridad del ayuno y los varios quehaceres de esta vida dividen y reclaman nuestras preocupaciones. Y sucede en consecuencia que los corazones religiosos están dispuestos a contaminarse en algo con el polvillo de este mundo. Con aventajado provecho nuestro se ha introducido esta divina institución que nos da cuarenta días para recobrar las fuerzas de nuestras almas expiando por la santidad de nuestras obras y el merecimiento de nuestros ayunos los deslices de todo el año.


CONSEJOS APOSTÓLICOS

“Al comenzar queridos hijos, estos misteriosos días santamente establecidos para purificar nuestras almas y cuerpos, tengamos a gala obedecer la prescripción del Apóstol, despidiéndonos de todo cuanto pueda enlodar la carne y el espíritu con el fin de refrenando el ayuno la enemiga existente entre las dos partes de nuestro ser recobre el alma la dignidad de su imperio, sometida ella misma a Dios y dejándose guiar por El. A nadie demos ocasión de querellarse de nosotros; no nos expongamos al justificado vituperio de los que buscan contrariarnos. Los infieles, pues, tendrían motivo de condenarnos, y azuzaríamos nosotros mismos, por nuestra culpa, sus impías lenguas contra la religión, si la pureza de nuestra vida no corre pareja con la santidad, del ayuno que hemos abrazado. No nos figuremos que la perfección toda de nuestro ayuno estriba en sola la abstinencia de viandas; porque en balde negaríamos al cuerpo parte del alimento si, a la vez no alejásemos del alma la maldad.”


EL EJEMPLO DE JESUCRISTO TENTADO POR SATANÁS

Cada domingo de Cuaresma ofrece como objeto principal una lectura de los santos Evangelios, destinada a iniciar a los fieles en los sentimientos que la Iglesia quiere inspirarnos durante el día. Hoy nos da a meditar la tentación de Cristo en el desierto. No hay asunto más adecuado para esclarecernos y fortalecernos que ese capital relato. Somos pecadores, nos reconocemos y deseamos expiar nuestros pecados. Pero ¿cómo caímos en el mal? Nos tentó el Demonio, y no rechazamos la tentación. Pronto cedimos a la sugestión del adversario y se perpetró el mal. Tal es nuestra historia en el pasado y tal sería en el porvenir si no aprovechamos el ejemplo con que nos brinda hoy el Redentor. Declarándonos el Apóstol la misericordia del consolador divino de los hombres, insiste sobre las tentaciones que se dignó tolerar nuestro Señor (Hebr., IV, 15 )Esa muestra de abnegación sin límites no se nos ha negado y así contemplamos hoy la paciencia adorable del Santo de los Santos; no tiene recelo ni asco en dejarse se le acerque ese repulsivo enemigo de todo bien, para enseñarnos como debemos triunfar de él.

Satanás ha vislumbrado con sobresalto la santidad incomparable de Jesús. Las maravillas de su nacimiento, los pastores convocados por los Angeles ante el pesebre, los Magos llegados de Oriente, al señuelo de una estrella; la protección que ha sustraído al Niño del furor de Herodes; el testimonio de Juan Bautista dado a favor del nuevo Profeta; todo este conjunto de hechos contrasta y choca de modo tan extraño con la humildad, la oscuridad de los treinta primeros años del Nazareno, que despierta los recelos de la serpiente infernal. El misterio de la Encarnación se llevó a cabo lejos de sus miradas sacrilegas; ignora que María es la Virgen anunciada por Isaías como madre del Emmanuel (Isaías, VII, 14.). Pero se han cumplido los tiempos y la última semana de Daniel ha iniciado su carrera, el mismo mundo pagano aguarda de la Judea un libertador y sabe todo esto el demonio. En su perplejidad osa acercarse a Jesús, esperando poder en el curso de la conversación sacar de él alguna nueva. ¿Es o no es el Hijo de Dios? Ahí está el problema. Acaso, acaso, podrá hacerle caer en alguna flaqueza; el hecho de saber si es un hombre como los demás, le tranquiliza.


PROCEDER DE CRISTO

El enemigo de Dios o de los hombres había de quedar burlado de sus esperanzas. Se allega al Redentor, pero todos sus astutos esfuerzos se truecan en propia confusión con la sencillez candorosa y la majestad del justo, Jesús rechaza todas las embestidas de Satanás pero no da a conocer su origen celestial. Aléjase el Ángel perverso sin haber sacando en limpio de Jesús, que era un Profeta fiel al Señor. Bien pronto cuando sea testigo de los desprecios, calumnias y persecuciones que lleven sobre la cabeza del Hijo del Hombre, cuando sus esfuerzos para perderle parezcan salirle sorprendentemente bien, se cegará más y más en su orgullo. Cuando Jesús saturado de oprobios y tormentos expire en la Cruz, sentirá, por fin, que su víctima no es mero hombre, sino Dios, y que todos los furores que ha conjurado contra el Justo sólo ha servido para manifestar el último esfuerzo de la misericordia que salva al humano linaje y la justicia que para siempre quebranta y desbarata los poderes del Averno. Este es el plan de la divina Providencia al permitir que el espíritu del mal empañe con el vaho de su inmunda presencia el retiro del Hombre-Dios, le dirija la palabra y eche en El sus sacrilegas manos, examinaremos, pues las circunstancias de esta triple tentación soportada por Jesús con el fin de aleccionarnos y esforzarnos.


NUESTROS TRES ENEMIGOS

Tenemos tres géneros de enemigos con quienes hemos de pelear y nuestra alma ofrece tres puntos flacos, porque: “cuanto hay en este mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida'”. Por concupiscencia de la carne, hemos de entender el amor de los sentidos, codiciosos de los goces de la carne, arrastra el alma, si no se tiene a raya a deleites ilícitos. La concupiscencia de los ojos significa el amor de los bienes de este mundo, de sus riquezas, de la fortuna, que brillan a nuestra vista antes de seducir nuestro corazón. Por fin, el orgullo de la vida es la confianza en nosotros mismos; nos hace vanos y presuntuosos, nos hace olvidar que de Dios nos viene la vida y demás dones que se dignó derramar sobre nosotros. Todos nuestros pecados manan de una de estas tres fuentes, y las tres tentaciones que nos asaltan se proponen hacernos aceptar la concupiscencia de la carne o la concupiscencia de los ojos o el orgullo de la vida. El Salvador modelo nuestro en todas las cosas, había, pues, de sujetarse a tres pruebas.


LAS TRES TENTACIONES

Tienta Satanás a Cristo primeramente en la carne, sugeriéndole el pensamiento de emplear su poder sobrenatural en remediar el hambre que le acucia. Di que estas piedras se conviertan en pan: Este consejo dá el Demonio al Hijo de Dios. Quiere ver si el apresuramiento de Jesús a dar satisfacción a su cuerpo denota por ventura ser un hombre flaco y sujeto a la concupiscencia. Cuando se dirige a nosotros, tristes herederos de la concupiscencia de Adán, lanza más atrevidamente adelante sus sugestiones; aspira a contaminar el alma por el cuerpo, pero la santidad soberana del Verbo no consentía osara Satanás hacer tal ensayo de su poder tentando al hombre en sus sentidos. Es por tanto una lección de templanza la que nos da el Hijo de Dios; y sabemos que para nosotros la templanza es madre de la pureza, y que la intemperancia atiza la rebelión de los sentidos.

La segunda tentación es de orgullo. Échate abajo; los Ángeles te recibirán en sus manos. Quiere saber el enemigo si los favores del cielo han ocasionado en el alma de Jesús esa hinchazón, esa confianza ingrata que hace que la criatura se atribuya a sí misma los dones de Dios, olvide a su bienhechor para dominar en lugar suyo. Queda burlado otra vez y la humildad del Redentor espanta el orgullo del ángel rebelde.

Ensaya entonces el último esfuerzo. Acaso, se dice, la ambición de la riqueza seduzca al que se muestra tan templado y humilde. He aquí todos los reinos del mundo en su esplendor y gloria; puedo entregártelos a condición de que me adores. Jesús rechaza con desdén esa despreciable oferta y lanza de su presencia al seductor maldito, príncipe del mundo, enseñándonos con este ejemplo a desdeñar las riquezas de la tierra, cuando para conservarlas o adquirirlas sería necesario quebrantar la ley de Dios y honrar a Satanás.


VICTORIA Y EJEMPLO DE CRISTO

Ahora bien, ¿cómo el Redentor, nuestro divino adalid, rechaza la tentación? ¿Escucha los razonamientos de su enemigo? ¿Le deja tiempo para descorrer ante sus ojos todas las fantasías diabólicas? Así hemos procedido a menudo nosotros y fuimos derrotados. Conténtase Jesús con oponer al enemigo el escudo de la inflexible ley de Dios. Escrito está, le dice: No de sólo pan vive el hombre. Escrito está: No tentarás al Señor tu Dios. Escrito está: Adorarás al Señor tu Dios y a El sólo servirás. Sigamos en adelante esta gran lección. Perdióse Eva y con ella el linaje humano, por haber trabado conversación con la sierpe infernal. Quien coquetea con la tentación sucumbirá. En estos días santos está el corazón más atento, las ocasiones alejadas, los hábitos viciosos interrumpídos; y depuradas nuestras almas con los ayunos, la oración y la limosna, resucitarán con Jesucristo; ¿conservarán empero esta nueva vida? Todo depende de nuestra actitud en las tentaciones. Desde el principio de Cuaresma la Iglesia asocia al precepto el ejemplo abriendo nuestros ojos el relato del santo Evangelio. Si vivimos atentos y fieles; fructificará en nosotros la lección; y llegados a la solemnidad pascual, la vigilancia, la desconfianza en nosotros mismos, la oración, con el auxilio divino que jamás falta, asegurarán nuestra perseverancia. Celebra hoy la Iglesia Griega una de sus más grandes solemnidades. Esta fiesta es la llamada Ortodoxia, y tiene por objeto honrar el restablecimiento de las Imágenes sagradas en Constantinopla e imperio de Oriente en 842, cuando la emperatriz Teodora, con la ayuda del santo Patriarca Metodio, puso fin a la persecución de las iconoclastas, e hizo figurar en todas las Iglesias las Imágenes santas, que el furor de los herejes había hecho desaparecer.



MISA

La estación en Roma se celebra en la Basílica de San Juan de Letrán. Puesto en razón parece que un domingo tan solemne se celebre en la Iglesia Madre y Maestra de todas las Iglesias, no ya tan sólo de la ciudad eterna, sino del mundo entero. En ella eran reconciliados el Jueves Santo los pecadores públicos, allí, en el Bautisterio de Constantino, recibían el Bautismo la noche de Pascua los Catecúmenos; ninguna otra Basílica cuadraba mejor para reunir a los fieles en el día en el que el ayuno cuaresmal fué proclamado tantas veces por la voz de los Papas.

El Introito está sacado del Salmo XC, que da él sólo el texto de todos los cantos de esta Misa. Ya hablamos de cómo ha apropiado la Iglesia este hermoso cántico a la situación del cristiano durante la Cuaresma. Todo él trata de la esperanza que el alma cristiana ha de concebir en el auxilio divino en estos días en que se ha decidido a darse por completo a la oración y a la lucha contra los enemigos de Dios y de sí misma. Prométele el Señor en el Introito que no será vana su confianza,


INTROITO

Me invocará, y yo le oiré: le libraré, y le glorificaré: le saciaré de una larga vida. — Salmo: El que habita al abrigo del Altísimo: morará en la protección del Dios del cielo. J. Gloria al Padre.


Recomienda la Iglesia a Dios en la Colecta a todos sus hijos y pide que su ayuno no sólo los purifique, si no que les alcance de lo alto la potente ayuda para hacerles fecundos en buenas obras que les salven.


COLECTA

Oh Dios, que purificas tu Iglesia todos los años con la observancia cuaresmal: haz que tu familia manifieste con buenas obras lo que se esfuerza en alcanzar de ti por la abstinencia. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Corintios.


Hermanos: Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En el tiempo propicio te escuché, y te ayudé en el día de la salud. He aquí el tiempo propicio, he aquí el día de la salud. No ofendamos a nadie, para que no sea vituperado nuestro ministerio; antes portémonos en todo como ministros de Dios: en mucha paciencia, en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los azotes, en las cárceles, en las sediciones, en los trabajos, en las vigilias, en los ayunos, en la castidad, en la ciencia, en la longanimidad, en la suavidad, en el Espíritu Santo, en la caridad no fingida, en la palabra de verdad, en la virtud de Dios, con las armas de la justicia en la diestra y en la siniestra, en la gloria y en la ignominia, en la fama y en la infamia; como seductores, pero (siendo) veraces; como ignorados, pero conocidos; como muriendo, pero he aquí que vivimos; como castigados, pero no muertos; como tristes, pero siempre alegres; como necesitados, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.


LA VIDA DEL HOMBRE ES UNA MILICIA

Este paso del Apóstol nos muestra la vida cristiana en otro aspecto muy diverso del que de ordinario se figura nuestra molicie. Para esquivar su alcance, fácilmente juzgaríamos que semejantes consejos apostólicos cuadrarían bien en los primeros tiempos de la Iglesia en que los fieles enfrentados sin cesar con las persecuciones y con la muerte, necesitaban algunos grados más de abnegación y de heroísmo. Ilusión grande sería sin embargo creer que todas las luchas del cristianismo han terminado. Queda siempre en pie la lucha con los demonios, con el mundo, con la carne y sangre, y por eso nos remite la Iglesia al desierto con Jesucristo para que aprendamos a pelear; allí comprenderemos ser la vida del hombre en la tierra una milicia 1 y que si no luchamos siempre y con denuedo, esta vida que quisiéramos pasar en el sosiego acabará con nuestra derrota. Para ahorrarnos precisamente esta catástrofe, nos dice la Iglesia por boca del Apóstol: “He aquí llegado el tiempo aceptable; he aquí los días de salud.” Obremos en todo “como servidores de Dios”; y mantengámonos firmes hasta el fin de esta santa temporada. Dios vigila sobre nosotros como vigiló sobre su Hijo en el desierto.

Gradual nos asegura la protección de los santos Ángeles, cuya solicitud no nos pierde de vista ni de día ni de noche. Durante la Cuaresma redoblan sus esfuerzos contra nuestros enemigos y se alegran al ver que el pecador acepta por fin la penitencia que le ha de acarrear la salvación.

El Tracto está formado del Salmo XC y del mismo están sacados el Gradual, el Introito, y demás cánticos de esta Misa. Cobre, pues, aliento nuestro corazón; todo nos habla de la bondad de Dios y de su vigilancia paternal sobre hijos ingratos que quiere trocar en amigos fieles y coherederos de su reino.


GRADUAL

Mandará Dios sus Ángeles a ti, para que te custodien en todos tus caminos. T. Te llevarán en las manos, para que tu pie no choque con piedra alguna.


TRACTO

V. El que habita al abrigo del Altísimo, morará en la protección del Dios del cielo. J. Dirá al Señor: Esperanza mía y refugio mío eres tú: Dios mío, confiaré en ti. J. Porque El me libró del lazo de los cazadores, y de la peste destructora. J. Te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas. J. Te rodeará con el escudo de su verdad: y no temerás los sobresaltos nocturnos, y. Desafiarás las flechas que vuelven de día, las emboscadas de la noche, las incursiones y razias del mediodía. J. Caerán mil a tu siniestra, y a tu derecha diez mil: mas a ti no te tocarán. J. Porque mandará Dios sus Ángeles a ti, para que te custodien en todos tus caminos, y. Te llevarán en las manos, para que tu pie no choque con piedra alguna. J. Caminarás sobre el áspid y el basilisco, pisarás al león y al dragón. J. Puesto que confió en mí, yo le libraré: le protegeré, por haber invocado mi nombre. J. Me llamará, y yo le oiré: le acompañaré en la tribulación, y. Le libraré, y le glorificaré: le saciaré de larga vida, y le mostraré mi salud.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo.


En aquel tiempo Jesús fué llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre. Y, acercándose el tentador, le dijo: Si eres el Hijo- de Dios, di que estas piedras se tornen panes. Y El, respondiendo, dijo: Escrito está: No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces le llevó el diablo a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo. Porque escrito está: Mandará sus Ángeles a ti, y te tomarán en las manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna. Dijóle Jesús: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. El diablo le transportó de nuevo a un monte muy elevado: y le mostró todos los reinos del mundo, y su gloria, y le dijo: Te daré todo esto, si, postrándote, me adorares. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás. Porque escrito está: Adorarás al Señor, tu Dios, y a El solo servirás. Entonces le dejó el diablo: y he aquí que se acercaron los Ángeles, y le sirvieron.


COMPASIÓN A JESÚS

Admiremos la bondad inefable del Hijo de Dios, que no contentándose con expiar por la Cruz todos nuestros pecados, se dignó, para alentarnos a hacer penitencia, imponerse un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches. No consintió que la justicia de su Padre pudiera exigir de nosotros un sacrificio sin haberle ofrecido El antes en persona en circunstancias mil veces más austeras que cuantas puedan darse en nosotros. ¿Qué son nuestras obras de penitencia, tan a menudo regateadas a la justicia de Dios por nuestra supina cobardía, si las careamos con el rigor de este ayuno del Señor en la montaña? ¿Tendríamos cara todavía, para pretender dispensarnos esas leves satisfacciones con que el Señor se dá por satisfecho, y que tan lejos están del castigo que merecen nuestras culpas? En lugar de lamentarnos de una ligera incomodidad, un trabajillo de algunos días, compadezcamos mas bien la cruel hambre que padece nuestro inocente Redentor durante esos interminables días y noches del desierto.


CONFIANZA EN LA TENTACIÓN

La oración, la abnegación en favor nuestro, el pensamiento de las justicias de su Padre sostenían a Jesús en sus desalientos; pero al finalizar la expiación de la cuarentena, la naturaleza humana estaba agotada. Entonces vino la tentación a darle el asalto, pero triunfa con tal sosiego y firmeza que nos deben servir de ejemplo. ¡Qué desvergonzada audacia de Satanás en el atrevimiento aquel de llegarse al Justo por excelencia! Y ¡qué paciencia la de Jesús! Se digna tolerar que el monstruo del abismo eche mano en él y le transporte por los aires de un lugar a otro. El alma cristiana está a menudo expuesta a crueles insultos de su enemigo, y hasta algunas veces estará tentada de quejarse a Dios de la humillación que sufre. Piense entonces en Jesús, el Santo de los Santos, entregado, si es lícito decirlo, a merced del espíritu del mal. No deja de ser por eso el Hijo de Dios, vencedor del infierno; y Satanás no ha sacado en limpio sino una vergonzosa derrota. De igual modo el alma cristiana, en ruda tentación, si aguanta con enérgico coraje, será objeto de las más tiernas complacencias de Dios, para vergüenza y castigo eterno de Satanás. Unámonos a los Ángeles leales que tras la retirada del príncipe de las tinieblas, se apresuraron a reparar las agotadas fuerzas del Redentor, ofreciéndole comida. ¡Qué tierna y finamente se conduelen de sus divinos trabajos! ¡Cómo reparan en sus adoraciones el ultraje horrible de que Satanás se hace reo contra el soberano Señor de todo lo creado! ¡Cómo se quedan pasmados de admiración de tamaña caridad de un Dios que en su amor al Hombre parece olvidarse de su augusta dignidad, para no pensar más que en las desgracias y necesidades de los hijos de Adán! Usurpando la Iglesia de nuevo las palabras de David, nos muestra al Señor amparando con delicada protección al leal rebaño y armándole contra toda embestida con el invencible escudo que nos brinda la fe.


OFERTORIO

El Señor te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas: te rodeará con el escudo de su verdad.


No estriba la Cuaresma solamente en el ayuno, y no será eficaz para lograr la reforma de nuestra alma si no esquivamos las ocasiones peligrosas que en un instante destruirán la obra de la gracia divina. Por eso pide la Iglesia en la Secreta un especial auxilio a nuestro favor.


SECRETA

Te inmolamos, Señor, solemnemente el sacrificio del comienzo cuaresmal, suplicándote hagas que, con la restricción de carnes, nos moderemos también en los placeres malsanos. Por el Señor. 

Para más sólidamente afianzar la confianza en nuestras almas, repite la Iglesia en la antífona de la Comunión las palabras de esperanza ya propuestas en el ofertorio. El sacrificio que acaba de ser ofrecido es para nosotros nueva prenda de la bondad divina.


COMUNIÓN

El Señor te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas: te rodeará con el escudo de su verdad.


Enséñanos la Iglesia en la Poscomunión a considerar la Sagrada Eucaristía como medio más eficaz de acrecentar nuestras fuerzas, purificando nuestras lacras. Apresúrese, pues el pecador a sellar la paz con Dios, y no aguarde al festín pascual para probar la eficacia del divino manjar que nos salva de la divina justicia, incorporándonos al autor mismo de la salvación.


POSCOMUNIÓN

Restáurenos, Señor la santa libación de tu Sacramento: y, purificándonos de nuestra vejez, háganos partícipes de tu salvador Misterio. Por el Señor.

Boletín Dominical 26 de febrero




 TIEMPO DE CUARESMA

Día 26 de Febrero, Domingo I de Cuaresma


Doble- Privilegiado de I clase- Orn. Morados

Este Domingo es uno de los más solemnes del año litúrgico, porque antiguamente empezaba con él la santa Cuaresma. Por esto la estación se celebraba en la Catedral Pontificia de San Juan de Letran, centro religioso del mundo.

Jesús, después del bautismo en el Jordán, como preparación para la vida pública que iba a iniciar, se retiró 40 días al desierto que hay entre Jericó y los montes de Judá para dedicarse a la oración y la penitencia. Allí, queriendo Satanás averiguar si verdaderamente el Hijo de Maria era ciertamente el Hijo de Dios, se acercó a tentar a Jesús. Y primeramente como hizo con Adán y Eva y hace con los hombres, se dirige a los sentidos. Como Jesús tiene hambre, le dice que convierta las piedras en pan. Después se dirige a tentarle el orgullo y vanagloria, y por fin, de soberbia y avaricia. “Hæc omnia tibi dabo, si cadens adoraveris me”, le dice mostrándole los reinos del mundo y su gloria: todo esto te daré si postrándote me adorares.

Luzbel, que había sido el más hermoso de los ángeles, se había creído con derecho a la unión hipostática, que le habría sublimado a la dignidad de Hijo de Dios; y como tal pide ahora ser adorado por Jesús.

Muchos reparan solamente en el hecho, sin duda admirable, de que el Hijo de Dios fuese tentado por el demonio. Más no es esto lo principal. Lo más importante es que Jesús fuese tentado precisamente por su calidad de Hijo de Dios que venía a restaurar el reino de su Padre. 

A ejemplo de Jesús, con oración y penitencia ha de rechazar el cristiano todas las tentaciones.







Tiempo de Cuaresma
Si los cristianos hubiéramos renunciado definitivamente al pecado, la Cuaresma, con todo, sería tiempo de austeridad corporal, para acompañar el áspero ayuno de Jesús en el desierto y los tormentos acerbísimos que por nuestro amor padeció en su Pasión. Desgraciadamente la penitencia nos es necesaria, además, para purificar nuestro corazón tantas veces encenagado por el vicio. La cuaresma es el tiempo aceptable, estos son los días de salvación, en que Dios quiere devolvernos su gracia para que, muriendo ahora espiritualmente con N.S. resucitemos con Él en la solemnísima fiesta de Pascua. Ahora es, pues, tiempo de castigar la carne con el ayuno, hoy tan mitigado, y con las demás austeridades que practicaron los santos; al menos hay que abstenerse de los espectáculos mundanos y poner freno a las pasiones que nos arrastran. Así hallaremos tiempo y ambiente espiritual para la meditación, para oír o leer la palabra de Dios, y para alguna obra de misericordia corporal o espiritual.





miércoles, 22 de febrero de 2023

Dom Gueranger: Miércoles de Ceniza

   




MIÉRCOLES DE CENIZA

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger



INVITACIÓN DEL PROFETA

Hervía ayer el mundo en los placeres, y los mismos cristianos se entregaban a expansiones permitidas; mas ya de madrugada ha resonado a nuestros oídos la trompeta sagrada de que nos habla el Profeta. Anuncia la solemne apertura del ayuno cuaresmal, el tiempo de expiación, la proximidad más inminente de los grandes aniversarios de nuestra Redención. Arriba, pues, cristianos, preparémonos a combatir las batallas del Señor.

ARMADURA ESPIRITUAL

En esta lucha, empero, del espíritu contra la carne, hemos de estar armados, y he aquí que la Iglesia nos convoca en sus templos para adiestrarnos en los ejercicios, en la esgrima de la milicia espiritual. S. Pablo nos ha dado ya a conocer al pormenor las partes de nuestra defensa: "Ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia, y calzados los pies prontos para anunciar el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe y la esperanza de salvaros por yelmo que proteja la cabeza'". El Príncipe de los Apóstoles viene por su parte a decirnos: "Cristo padeció en la carne, armáos también vosotros del mismo pensamiento"'. La Iglesia nos recuerda hoy estas enseñanzas apostólicas, pero añade por su parte otra no menos elocuente, haciéndonos subir hasta el día de la prevaricación, que hizo necesarios los combates a que nos vamos a entregar, las expiaciones que hemos de pasar.

ENEMIGOS CON QUIENES HEMOS DE LUCHAR

Dos clases de enemigos se nos enfrentan decididos: las pasiones en nuestro corazón y los demonios por de fuera. El orgullo ha acarreado este desorden. El hombre se negó a obedecer a Dios. Dios le ha perdonado, con la dura condición de que ha de morir. Le dijo, pues: "Polvo eres, hombre, y en polvo te volverás". ¡Ay! ¿cómo olvidamos este saludable aviso? Hubiera bastado sólo él para fortalecernos contra nosotros mismos persuadidos de nuestra nada, no nos hubiéramos atrevido a quebrantar la ley de Dios. Si ahora queremos perseverar en el bien, en que la gracia de Dios nos restableció, humillémonos, aceptemos la sentencia y consideremos la vida como sendero más o menos corto que acaba en la tumba. Con esta perspectiva, se renueva todo, todo se explica. La bondad inmensa de Dios que se dignó amar a seres condenados a la muerte se nos presenta todavía más admirable; nuestra insolencia y nuestra ingratitud contra quien desafiamos en los breves instantes de nuestra existencia nos parece cada vez más para sentida, y la reparación que podemos hacer y que Dios se digna aceptar, más puesta en razón y salutífera.

IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

Este es el motivo que decidió a la Iglesia, cuando juzgó oportuno anticipar de cuatro días el ayuno cuaresmal, a iniciar este santo tiempo, señalando con ceniza la frente culpable de sus hijos y repitiendo a cada uno las palabras del, Señor que nos condenan a muerte. El uso, sin embargo, como signo de humillación y penitencia, es muy anterior a la presente institución y la vemos practicada en la antigua alianza. Job mismo, en el seno de la gentilidad, cubría de ceniza su carne herida por la mano de Dios, e imploraba de este modo su misericordia. Más tarde el salmista en la contrición viva de su corazón, mezclaba ceniza con el pan que comía y análogos ejemplos abundan en los Libros históricos y en los Profetas del Antiguo Testamento. Y es que vivamente sentían entonces ya la relación que hay entre ese polvo de un ser materialmente quemado y el hombre pecador, cuyo cuerpo ha de ser reducido a polvo al fuego de la divina justicia. Para salvar por de pronto al alma, acudía el pecador a la ceniza y reconociendo su triste fraternidad con ella, se sentía más a resguardo de la cólera de Aquel que resiste a los soberbios y tiene a gala perdonar a los humildes.

PENITENTES PÚBLICOS

El uso litúrgico de la ceniza el miércoles de Quincuagésima, no parece haberse dado en los comienzos a todos los fieles, sino tan sólo a los culpables de los pecados cometidos a la penitencia pública de la Iglesia. Antes de Misa se presentaban en el templo donde todo el pueblo se hallaba congregado. Los sacerdotes oían la confesión de sus pecados, y después los cubrían de cilicios y derramaban ceniza en sus cabezas. Después de esta ceremonia clero y pueblo se postraban en tierra y rezaban en voz alta los siete salmos penitenciales. Tenía lugar después la procesión en la que los penitentes iban descalzos; a la vuelta eran arrojados solemnemente de la Iglesia por el Obispo que les decía: "Os arrojamos del recinto de la Iglesia por vuestros pecados y crímenes, como Adán, el primer hombre fué arrojado del paraíso por su desobediencia." Cantaba a continuación el clero algunos responsorios sacados del Génesis, en los que se recordaban las palabras del Señor, que condenaban al hombre al sudor y trabajo en esta tierra ya maldita. Cerraba en seguida las puertas de la Iglesia. Y los pecadores no debían pasar sus umbrales hasta volver Jueves Santo, a recibir con solemnidad la absolución.

EXTENSIÓN DEL RITO LITÚRGICO

Después del siglo XI empezó a caer en desuso la penitencia pública; en cambio, la costumbre de imponer la ceniza a todos los fieles este día, llegó a generalizarse y se ha clasificado entre las ceremonias esenciales de la Liturgia romana (No es fácil determinar la fecha exacta en que se llevó a cabo esta evolución. Sólo sabemos que en el Concilio de Benevento en 1091, Urbano II la hizo obligatoria para todos los fieles. La ceremonia actual va detallada en los Ordines del siglo XII; las antífonas, responsorios y oraciones de la bendición de la ceniza, estaban ya en uso entre el siglo VIII y X). Antiguamente se acercaban descalzos a recibir este aviso de la nada del hombre, y aun en pleno siglo XII el mismo Papa salía de Santa Anastasia a Santa Sabina donde se celebraba la Estación y hacía el recorrido descalzo, lo mismo que los Cardenales de su cortejo. La Iglesia ha cedido en esta severidad exterior, sin dejar de tener estima grande de los sentimientos que tan imponente rito debe producir en nuestras almas. Como acabamos de insinuar, la estación en Roma se celebra hoy en Santa Sabina, sobre el Monte Aventino. Bajo los auspicios de esta santa mártir se inicia la penitencia cuaresmal. Empiezan las sagradas ceremonias por la bendición de la ceniza. Proceden de los ramos benditos el año anterior el, domingo antes de Pascua. La bendición que reciben en este nuevo estado tiene por finalidad hacernos más dignos del misterio de contrición y humildad que ha de significar. Canta el coro en primer lugar esta antífona que implora la misericordia divina.


ANTIFONA
Escúchanos, Señor, porque tu misericordia es benigna: míranos, Señor, según la muchedumbre de tus misericordias.-—Salmo: Sálvame, oh Dios, porque las aguas han penetrado hasta mi alma. Y. Gloria al Padre. Escúchanos...

El sacerdote teniendo en el altar la ceniza, pide a Dios las haga instrumento de santificación en favor nuestro.


ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, perdona a los penitentes, sé propicio con los suplicantes: y dígnate enviar desde el cielo a tu Angel, el cual ben + diga, y santi t fique estas cenizas, para que sean saludable remedio a todos los que imploren humildemente tu santo nombre, a los que se confiesen de sus pecados y a los que lloren sus crímenes delante de tu majestad o invoquen rendida y porfiadamente tu serenísima piedad; y haz que, por la invocación de tu santísimo nombre, todos los que fueren signados con ellas, para redención de sus pecados, alcancen la salud del cuerpo y la tutela del alma. Por Cristo, Nuestro Señor. R. Amén.

ORACIÓN
Oh Dios, que no deseas la muerte, sino la penitencia de los pecadores: contempla begnísimo la fragilidad de la condición humana; y dígnate, por tu piedad, ben + decir estas cenizas, que vamos a imponer sobre nuestras cabezas, para profesar humildad y alcanzar el perdón: a fin de que, puesto que nos reconocemos ceniza y que, por causa de nuestra depravación, nos hemos de convertir en polvo, merezcamos alcanzar misericordiosamente el perdón de todos los pecados y los premios prometidos a los penitentes. Por Cristo, Nuestro Señor. R. Amén.

ORACIÓN
Oh Dios, que te doblegas con la humillación y te aplacas con la satisfacción: inclina a nuestras preces el oído de tu piedad; y derrama propicio la gracia de tu bendición sobre las cabezas de tus siervos, signadas con la unción de estas cenizas: para que los llenes del espíritu de compunción, y les concedas eficazmente lo que justamente te pidieren, y les conserves perpetuamente firme e intacto lo que les hubieres concedido. Por Cristo, Nuestro Señor. R. Amén.

ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que concediste los remedios de tu perdón a los Ninivitas, que hicieron penitencia con ceniza y cilicio: haz que los imitemos de tal modo en el hábito, que consigamos también el perdón. Por el Señor.

Después de las oraciones, aspergea el sacerdote con agua bendita la ceniza y la inciensa. Acabada la incensación recibe él mismo la ceniza en la cabeza de manos del sacerdote más digno; este la recibe a su vez del celebrante, quien después de haberla impuesto a los ministros del altar y demás clero, la distribuye sucesivamente al pueblo.

Cuando se acerque el sacerdote a señalaros con el sello de la penitencia, acepta sumiso la sentencia de muerte que Dios mismo pronunciará sobre ti al decirte: "Acuérdate, hombre, que eres polvo y en polvo te volverás." Humíllate y recuerda que por haber querido ser como dioses, prefiriendo tu capricho al querer de tu Señor, has sido condenado a morir. Pensemos en la inacabable secuela de pecados que añadimos al de Adán, y admiremos la clemencia de Dios que se contentará con una sola muerte por tantas rebeldías.

Mientras se distribuye la ceniza canta el coro las dos antífonas y responsorios siguientes:


ANTÍFONAS
Mudemos el vestido en ceniza y cilicio: ayunemos, y lloremos ante el Señor: porque nuestro Dios es muy misericordioso para perdonar nuestros pecados.
Entre el vestíbulo y el altar llorarán los sacerdotes, ministros del Señor, y dirán: Perdona, Señor, perdona a tu pueblo: y no cierres, Señor, las bocas de los que te cantan.


RESPONSORIO
R. Mejoremos lo que pecamos por ignorancia: no sea que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos espacio para la penitencia, y no podamos hallarlo. * Atiende, Señor, y ten compasión: porque hemos pecado contra ti.
V. Ayúdanos, oh Dios, Salvador nuestro: y, por el honor de tu nombre, líbranos, Señor. Atiende, Señor. V. Gloria al Padre. Atiende, Señor.

Terminada la distribución de la ceniza canta el preste la oración siguiente:


ORACIÓN
Concédenos, Señor, la gracia de comenzar con santos ayunos la carrera de la milicia cristiana: para que, al luchar contra los espíritus malignos, seamos protegidos con los auxilios de la continencia. Por Cristo, Nuestro Señor. R. Amén.


MISA

Alentada por el acto de humildad que acaba de realizar, el alma cristiana se llena de ingenua confianza hacia Dios misericordioso; se atreve a recordarle su amor para con los hombres que ha creado, y la longanimidad con que se dignó esperar su vuelta a El. Estos sentimientos son tema del Introito cuyas palabras están sacadas del libro de la Sabiduría.



INTROITO
Te compadeces, Señor, de todos, y no odias nada de lo que has hecho, disimulando los pecados de los hombres por su penitencia, y perdonándoles: porque tú eres el Señor, nuestro Dios. — Salmo: Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí: porque en ti confía mi alma. V. Gloria al Padre.

Pide en la colecta la Iglesia a favor de sus hijos, que la saludable práctica del ayuno sea acogida por ellos con sincera complacencia y que en ella perseveren para bien de sus almas.


COLECTA
Concede, Señor, a tus ñeles la gracia de comenzar con sincera piedad la veneranda solemnidad de estos ayunos y de continuarla con segura devoción. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección del Profeta Joel.

Esto dice el Señor: Convertios a mí de todo vuestro corazón, en ayuno, y en lloro, y en llanto. Y rasgad vuestros corazones, y no vuestros vestidos, y convertios al Señor, vuestro Dios: porque es benigno y misericordioso, paciente y de mucha misericordia, y superior a toda malicia. ¿Quién sabe si se volverá, y perdonará, y dejará en pos de sí bendición, sacrificio y libación al Señor, Dios vuestro? Tocad la trompeta en Sión, santificad el ayuno, llamad a concilio, congregad el pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos, juntad a los niños y a los que maman: salga el esposo de su lecho, y la esposa de su tálamo. Entre el vestíbulo y el altar llorarán los sacerdotes, ministros del Señor, y dirán: Perdona, Señor, perdona a tu pueblo: y no des tu herencia al oprobio, para que les dominen las naciones. ¿Por qué dicen en los pueblos: Dónde está su Dios? El Señor amó su tierra, y perdonó a su pueblo. Y respondió el Señor y dijo a su pueblo: He aquí que yo os daré trigo, y vino, y aceite, y os llenaréis de ellos: y no os haré ya más el oprobio de las gentes: lo dice el Señor omnipotente.


EFICACIA DEL AYUNO

Este magnífico paso del Profeta nos descubre la importancia que el Señor da a la expiación por el ayuno. Cuando el hombre contrito por sus pecados mortifica su carne, Dios se aplaca. El ejemplo de Nínive lo demuestra; perdona el Señor a una ciudad infiel por el solo hecho de que sus habitantes imploraban su compasión bajo la librea de la penitencia; pues, ¿qué no hará a favor de su pueblo, si acierta a juntar a la inmolación del cuerpo el sacrificio del corazón? Entremos, pues, animosos en el sendero de la penitencia; y si la mengua de los sentimientos de fe y temor de Dios amenazan, al parecer, acabar en derredor nuestro prácticas tan antiguas como el cristianismo, Dios nos libre de entrar por las veredas del relajamiento tan pernicioso al conjunto de las costumbres cristianas. Recapacitemos, sobre todo, en nuestros compromisos personales con la divina justicia; ella nos condonará los deslices y castigos que merecen en la medida que pongamos solícito empeño en ofrendarle la satisfacción a que tiene pleno derecho.

Continúa la Iglesia desahogando en el Gradual los vivos sentimientos de confianza en Dios bondadosísimo, y cuenta en la felicidad de sus hijos que sabrán aprovechar los medios con que los brinda para desarmar su enojo.

El Tracto es una hermosa plegaria de David; repítela la Iglesia tres veces por semana durante la Cuaresma, y de ella se sirve para apaciguar la cólera de Dios en tiempos calamitosos.


GRADUAL
Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí: porque en ti confía mi alma. V. Vino del cielo, y me libró: llenó de oprobio a los que me pisoteaban.


TRACTO
Señor, no nos pagues según los pecados que hemos cometido: ni según nuestras iniquidades. V. Señor, no te acuerdes de nuestras antiguas iniquidades, antes anticípense pronto tus misericordias: porque somos muy pobres. (Aquí se arrodilla.) Y. Ayúdanos, oh Dios, Salvador nuestro: y, por la gloria de tu nombre, líbranos, Señor: y sé propicio con nuestros pecados, por tu nombre.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Mateo.
En aquel tiempo dijo Jésús a sus discípulos: Cuando ayunéis, no os pongáis, como los hipócritas, tristes. Porque ellos maceran sus rostros, para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo: ya han recibido su galardón. Tú, en cambio, cuando ayunes, unge tu cabeza, y lava tu cara, para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está oculto: y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo premiará. No atesoréis tesoros en la tierra: donde el orín y la polilla los destruyen, y donde los ladrones los minan, y roban. Atesorad, en cambio, tesoros en el cielo, donde ni el orín ni la polilla los destruyen, y donde los ladrones no los minan, ni roban. Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón.

ALEGRÍA DE CUARESMA

No quiere Nuestro Señor recibamos el anuncio del ayuno expiatorio como triste y mortiñcante nueva. El cristiano entiende lo suficiente cuán arriesgado es para él el vivir en déficit con la divina justicia; ve, por consiguiente, llegarse el tiempo de Cuaresma con gozo y consuelo; de antemano sabe que, si es fiel a las prescripciones de la Iglesia, aliviará su carga. Estas satisfacciones, hoy tan suavizadas por la indulgencia de la Iglesia, ofrecidas a Dios con las del mismo Redentor y fecundadas por esta comunicación en haz común de propiación las obras santas de todos los miembros de la Iglesia militante, purificarán nuestras almas y las harán dignas de participar de las inefables alegrías de la Pascua. No estemos, por tanto, tristes porque ayunamos, ni lo estemos por haber hecho necesario nuestro ayuno por el pecado. Otro consejo nos da el Señor que la Iglesia recalcará a menudo en el decurso de la santa Cuaresma; añadamos la limosna a las privaciones corporales. Nos exhorta atesoremos, pero sólo para el cielo. Tenemos necesidad de intercesores; busquémosles entre los pobres.

Canta la Iglesia en el Ofertorio nuestra libertad. Se regocija al ver curadas ya las heridas de nuestra alma porque cuenta con nuestra perseverancia.


OFERTORIO
Te exaltaré, Señor, porque me recibiste, y no alegraste a mis enemigos sobre mí: Señor, clamé a ti, y me sanaste.


SECRETA
Suplicárnoste, Señor, hagas que nos adaptemos convenientemente a estos dones que te ofrecemos, y con los cuales celebramos el comienzo de este mismo venerable Sacramento. Por el Señor.


PREFACIO
Es verdaderamente digno y justo, equitativo y saludable que, siempre y en todas partes, te demos gracias a ti, Señor santo, Padre omnipotente, eterno Dios: Que, con el ayuno corporal, reprimes los vicios, elevas la mente, das la virtud y los premios: por Cristo, nuestro Señor. Por quien a tu Majestad alaban los Angeles, la adoran las Dominaciones, la temen las Potestades. Los cielos, y las Virtudes de los cielos, y los santos Serafines, la celebran con igual exultación. Con los cuales, te suplicamos, admitas también nuestras voces, diciendo con humilde confesión:
Santo, Santo, Santo, etc.

Las palabras de la antífona de la Comunión encierran importantísimo consejo. Necesitamos mantenernos firmes durante la Cuaresma. Meditemos la ley del Señor y sus misterios. Si saboreamos la palabra de Dios que la Iglesia nos propone cada día, la luz y el amor se acrecentarán en nuestros corazones sin cesar, y cuando el Señor salga de las sombras del sepulcro, reverberarán sobre nosotros sus divinos resplandores.


COMUNIÓN
El que meditare en la Ley del Señor día y noche, dará su fruto a su tiempo.


POSCOMUNIÓN
Haz Señor, que los Sacramentos recibidos nos aprovechen: para que nuestros ayunos te sean gratos a ti, y a nosotros nos sirvan de alivio. Por el Señor.

Todos los días de Cuaresma, a excepción de los domingos, antes de despedir a la asamblea de los fieles, el Preste pronuncia sobre ellos una oración particular (Es una fórmula de bendición pidiendo a Dios que los fieles puedan volver a sus ocupaciones ordinarias, llevando consigo prenda segura de la protección del cielo. Callewaert, Sacris erudiri 694), precedida siempre de esta advertencia del diácono:

Humillad vuestras cabezas ante Dios.


ORACIÓN
Señor, contempla propicio a los que se inclinan ante tu majestad: para que, los que han sido alimentados con tu don divino, se sientan siempre alimentados por este socorro celestial.

domingo, 19 de febrero de 2023

Sermón Domingo de Quincuagésima

Sermón

R.P. Julián Espina Leupold


Sermón

R.P. Gabriel M. G. Rodrigues



Lección

Hermanos: Aunque yo hable la lengua de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y aunque tenga (don de) profecía, y sepa todos los misterios, y toda la ciencia, y tenga toda la fe en forma que traslade montañas, si no tengo amor, nada soy. Y si repartiese mi hacienda toda, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, mas no tengo caridad, nada me aprovecha. El amor es paciente; el amor es benigno, sin envidia; el amor no es jactancioso, no se engríe; no hace nada que no sea conveniente, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se regocija en la injusticia, antes se regocija con la verdad; todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca se acaba; en cambio, las profecías terminarán, las lenguas cesarán, la ciencia tendrá su fin. Porque (sólo) en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando llegue lo perfecto, entonces lo parcial se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; mas cuando llegué a ser hombre, me deshice de las cosas de niño. Porque ahora miramos en un enigma, a través de un espejo; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, entonces conoceré plenamente de la manera en que también fui conocido. Al presente permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; mas la mayor de ellas es la caridad.

I Corintios XIII, 1-13


Evangelio

En aquel tiempo: Tomando Jesús, consigo a los Doce, les dijo: “He aquí que subimos a Jerusalén, y todo lo que ha sido escrito por los profetas se va a cumplir para el Hijo del hombre. Él será entregado a los gentiles, se burlarán de Él, lo ultrajarán, escupirán sobre Él, y después de haberlo azotado, lo matarán, y al tercer día resucitará”. Pero ellos no entendieron ninguna de estas cosas; este asunto estaba escondido para ellos, y no conocieron de qué hablaba. Cuando iba aproximándose a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, y mendigaba. Oyendo que pasaba mucha gente, preguntó que era eso. Le dijeron: “Jesús, el Nazareno pasa”. Y clamó diciendo: “Jesús, Hijo de David, apiádate de mí!”. Los que iban delante, lo reprendían para que se callase, pero él gritaba todavía mucho más: “¡Hijo de David, apiádate de mí!”. Jesús se detuvo y ordenó que se lo trajesen; y cuando él se hubo acercado, le preguntó: “¿Qué deseas que te haga?” Dijo: “¡Señor, que reciba yo la vista!”. Y Jesús le dijo: “Recíbela, tu fe te ha salvado”. Y en seguida vio, y lo acompañó glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

Lucas XVIII, 31-43

sábado, 18 de febrero de 2023

Dom Gueranger: Domingo de Quincuagésima



DOMINGO DE QUINCUAGÉSIMA

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


VOCACIÓN DE ABRAHÁN

La vocación de Abrahán es el asunto que a nuestra consideración ofrece hoy la Iglesia. Cuando las aguas del diluvio se retiraron y el linaje humano cubrió de nuevo el haz de la tierra, volvió a reaparecer la corrupción de las costumbres entre los hombres y la idolatría vino a colmar tamaños desórdenes. Previendo el Señor en su divina sabiduría la defección de los pueblos resolvió formarse una nación que le sería especialmente consagrada; en ella se conservarían las verdades sagradas destinadas a desaparecer entre los gentiles. Ese nuevo pueblo había de comenzar por un solo hombre; padre y tipo de los creyentes. Abrahán lleno de fe y obediencia al Señor, estaba destinado a ser el padre de los hijos de Dios, cabeza de esa espiritual generación a que pertenecieron y continuaron perteneciendo hasta el fin de los siglos, todos los elegidos, tanto del pueblo antiguo, como de la Iglesia cristiana. Debemos, pues, conocer a Abrahán, cabeza y modelo nuestro. Resúmese toda su vida en la fidelidad a Dios, sumisión a sus mandatos, abandono y sacrificio de todas las cosas para obedecer a la santa voluntad de Dios. Es el distintivo del cristiano. Apresurémonos a sacar en la vida de este gran hombre todas las enseñanzas que en provecho nuestro encierran.

El texto del Génesis que a continuación damos servirá de base a cuanto hemos de decir sobre Abrahán. Lo lée hoy la Santa Madre Iglesia en el oficio de maitines.




GENESIS (XII, 1-9)

DIJO YAVÉ A ABRAHÁN:

“Salte de tu tierra,

De tu parentela,

De la casa de tu padre,

Para la tierra que yo te indicaré;

Yo te haré un gran pueblo,

Te bendeciré y engrandeceré tu nombre,

Que será bendición.

Y bendeciré a los que te bendigan.

Y maldeciré a los que te maldigan. Y serán bendecidas en ti todas las naciones de la tierra.”


Fuese Abrahán conforme le había dicho Yavé, llevando consigo a Lot. Al salir de Jarán, era Abrahán de setenta y cinco años. Tomó, pues, Abrahán a Sara, su mujer, y a Lot, su sobrino, y toda su familia y la hacienda y ganados que en Jarán habían adquirido. Salieron para dirigirse a la tierra de Canán, y llegaron a ella. Penetró en ella Abrahán, hasta el lugar de Siquén hasta el encinar de Moreh. Entonces estaban los cananeos en aquella tierra. Y se le apareció Yavé a Abrahán: “A tu descendencia daré yo esta tierra.” Alzó allí un altar a Yavé que se le había aparecido, y saliendo hacia el monte que está frente a Betel, asentó allí sus tiendas, teniendo a Betel al Occidente y a Hai al Oriente, y alzó allí un altar a Yavé e invocó el nombre de Yavé.


SANTIDAD DE ABRAHÁN

¿Qué imagen más viva podría ofrecernos del discípulo de Cristo que la de este Patriarca tan dócil y generoso en seguir la voz de Dios? Con qué admiración hemos de exclamar repitiendo los elogios que le consagran los Santos Padres: “¡Oh varón verdaderamente cristiano antes de la venida de Cristo, hombre evangélico antes del Evangelio, hombre apostólico antes de los Apóstoles!” A la invitación del Señor lo deja todo, patria, familia, casa paterna, y se dirige a región desconocida. Bástale que Dios le guíe; se siente seguro y no echa mirada atrás. ¿Hicieron, por ventura, más los Apóstoles? Y parad mientes en el galardón: En él serán benditas todas las familias de la tierra; este caldeo lleva en sus venas la sangre que ha de salvar al mundo. Morirá, no obstante, antes de ver que llega el día en que uno de su descendencia rescate todas las generaciones pasadas, presentes y futuras. Un día se abrirá el cielo para dar paso al Redentor. Mientras tanto, nuestros primeros padres y Noé, Moisés, David, todos los justos irán a descansar al seno de Abrahán preparación o antesala de la eterna bienaventuranza. Así recompensa Dios el amor y la fidelidad de su creatura.


DESCENDENCIA ESPIRITUAL DE ABRAHÁN

Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, hijo de Abrahán, anunció el poder de su Padre que se disponía a producir una nueva raza de hijos de Abrahán de las piedras mismas de la gentilidad. Nosotros cristianos somos esa nueva generación; pero ¿somos dignos de nuestro padre? Oigamos lo que nos dice el Apóstol de las gentes: “Lleno de fe, Abrahán, obedeció al Señor y salió sin tardanza para llegar al sitio que sería su herencia y se puso en camino sin saber a donde iba. Lleno de fe habita en la tierra que le había sido prometida, como si le fuera extraña, viviendo en tiendas como Isaac y Jacob, los coherederos de la promesa, porque aguardaba aquella ciudad cuyos cimientos tiene por autor y arquitecto a Dios mismo'”.

Si somos, pues, hijos de Abrahán, debemos considerarnos en este tiempo de Septuagésima como viandantes sobre la tierra, y vivir ya por la esperanza y el amor en esa única patria de la que estamos desterrados; a ella nos vamos acercando de día en día, si, a ejemplo de Abrahán, somos fieles en ocupar las varias estaciones designadas por el Señor. Quiere Dios “usemos de este mundo como si no le usásemos”. “No tenemos aquí ciudad permanente”, desgracia suprema sería olvidar que la muerte ha de separarnos de todo lo transitorio.


LOS PLACERES Y LA VIDA CRISTIANA

¡Cuán lejos viven de ser verdaderos hijos de Abrahán esos cristianos que hoy y los días siguientes se entregan a la intemperancia y disipación culpable bajo pretexto de que la santa Cuaresma, se va a inaugurar presto! Naturalmente se explica, cómo las ingenuas costumbres de nuestros padres pudieron conciliar con la gravedad cristiana ese adiós a una vida más suave que la Cuaresma venía a interrumpir, lo propio que los goces alegres del convite en la solemnidad de Pascua, venían a comprobar la estricta observancia de las prescripciones de la Iglesia. Tal conciliación es siempre posible, es natural. Pero acontece con frecuencia que este pensamiento cristiano de los austeros deberes, se eclipsa ante las seducciones de la naturaleza depravada; la intención primordial de esos domésticos goces ¿no acabó por no ser más que un recuerdo? Nada tienen que ver con las alegrías toleradas por la Iglesia en sus hijos, tantos profanos para quienes los días de Cuaresma no se cierran con la recepción de los Sacramentos. Y los que se apresuran a solicitar dispensas para esquivar más o menos lealmente la obligación de las leyes de la Iglesia, ¿qué derecho tienen a festejar los días de Carnaval antes de emprender la carrera de la santa Cuaresma, los que lejos de alijerar en ella el peso de los pecados, se quedarán más que nunca atollados en su lodo?

Quiera Dios dejar de enmarañarse las almas en la tela vil de vanas ilusiones. De ansiar se recobren la santa libertad de los hijos de Dios, libertados de los funestos lazos de carne y sangre; es lo que acabadamente entroniza al hombre sobre el pedestal de su primera dignidad. No debiéramos olvidar que vivimos en días tristes, en que la Iglesia excluye los tradicionales cantos de alegría; días en que a todas luces pretende sintamos toda la miseria insoportable de la profana Babilonia que sobre nosotros pesa, quiere se vigorice en nosotros el espíritu cristiano que tiende malamente a amortiguarse.

Si, los deberes o imperiosas, por no decir tiránicas conveniencias, arrastran estos días a los discípulos de Cristo y los envuelven en el torbellino de los placeres mundanos, breguen a lo menos por conservar un corazón recto y empapado muy de veras en las máximas del Evangelio. Canten al Señor en su corazón, cuando halaguen sus oídos los acordes de la música profana; a imitación de la incomparable virgen Cecilia, en análoga circunstancia digan con fervor a Jesucristo : “Consérvanos puros, Señor, y nada empañe la santidad inmaculada y la dignidad que debe en todo tiempo autorizar nuestras personas.” Deben evitar con sumo cuidado las danzas libertinas, donde suele naufragar el pudor, pues serán materia de terribilísimo juicio contra los que las organizan y dan pábulo. Tengan finalmente presentes a su atenta consideración las graves reflexiones que trae a este propósito San Francisco de Sales, diciendo: “A tiempo que loca embriaguez de mundanos pasatiempos parecía haber suspendido todo otro sentimiento que el del fútil placer, frecuentemente peligroso, innumerables almas arden sin tregua en el fuego del infierno, por pecados cometidos en semejantes fiestas, o con ocasión de ellas; muchos religiosos de uno y otro sexo y demás gentes devotas, interrumpen el dulce sueño y se postran entonces mismo delante del Dios de la Majestad, cantando sus alabanzas e implorando sobre ti su misericordia sin medida; millares de almas se despedían de este suelo entre congojas de pavorosa agonía y espeluznante miseria en mísero lecho; Dios y sus Angeles te contemplan atentamente desde los altos cielos; en fin, se deslizaba, corría el tiempo y la muerte aceleraba hacia ti sus pasos que no pueden volver atrás”.


ADORACIÓN DE LAS XL HORAS

Parece justo, que los tres últimos días precedentes a los rigores de la Cuaresma no trascurran sin aportar algún sustancioso alimento con que saciar el hambre de emociones que espolea a tantas almas. La Iglesia en su maternal previsión ha pensado en remediar esta necesidad, no con frivolos pasatiempos y satisfacciones de nuestra vanidad. A los que todavía alienta el espíritu de fe, tiene aparejada una gran diversión a la par que medio poderosísimo para aplacar la cólera de Dios, exacerbada por los desatinos que estos días cometen los mundanos. Durante estos tres días se manifiesta solemnemente en el altar el Cordero inocente. De lo alto de ese su trono de misericordia recibe los honores y sumisión de cuantos quieren rendirle pleitesía; acepta las demostraciones de sincero arrepentimiento de cuantos se muestran a sus plantas pesarosos de haber seguido el señuelo del enemigo; y El se ofrece al Padre Eterno en pro de los pecadores que, no contentos con olvidar los pasados beneficios, se determinan, al parecer, a ultrajarle en estos días con más descaro que en el resto de todo el año.

La feliz idea de ofrecer un homenaje a la Majestad soberana en satisfacción de las ofensas que los pecadores multiplican estos días de Carnaval, y la piadosa industria de oponer a la vista del Señor irritado a su propio Hijo, mediador entre el cielo y la tierra, se le ocurrió por vez primera en el siglo XVI al cardenal Gabriel Paleotti, Arzobispo de Bolonia, contemporáneo de S. Carios Borromeo y émulo de su celo pastoral. Este, a su vez, introdujo en su archidiócesis y provincia tan saludable costumbre Próspero Lambertiní en el siglo XVIII, puso empeño en hacer revivir la institución de su predecesor Paleotti, y estimuló la devoción al Santísimo Sacramento en su grey estos días de Carnaval; sublimado después a la cátedra de S. Pedro, con el nombre de Benedicto XIV, desparramó a manos llenas los tesoros de indulgencias a favor de los fieles que en los días susodichos, visiten a Nuestro Señor en el Sacramento de su amor e imploren el perdón en pro de los pecadores. Instituida la piadosa práctica comúnmente apellidada “Las cuarenta Horas” exclusivamente en las iglesias de los Estados Pontificios, extendióla al orbe entero en 1765 el Papa Clemente XIII, y desde aquel entonces llegó a ser una de las más espléndidas manifestaciones de la piedad católica. Asociémonos verdaderamente a tan edificantes homenajes. Hagamos por sustraernos, como Abrahán, a las profanas influencias que nos asedian y busquemos al Señor Dios nuestro; demos de mano siquiera por breves instantes, a las distracciones mundanas, y alleguémonos al Señor para merecer la gracia de presenciar, sin menoscabo de nuestra alma, los espectáculos inevitables.


MISTERIOS DE ESTE DÍA

Consideremos ahora la serie de misterios del Domingo de Quincuagésima. El paso del Evangelio contiene la predicción hecha por el Salvador a sus Apóstoles de la pasión que bien pronto iba a sufrir en Jerusalén. Tan solemne anuncio es el preludio de las lúgubres escenas de Semana Santa; recibamos dicha nueva con viva emoción y agradecimiento sincero de nuestros corazones, y los decida a ponerse a la disposición de Dios como estuvo el corazón de Abrahán. Los liturgistas antiguos han señalado en la curación del ciego de Jericó, un símbolo de la ceguera de los pecadores; recobró la vista el ciego, porque reconoció su mal, y deseaba ver; idéntico deseo anhela la Iglesia de nosotros; manifestémoslo y seremos satisfechos.


MISA

La estación se celebra en la basílica de S. Pedro del Vaticano. Parece se escogió cuando todavía se leía en este domingo el relato de la ley dada por Moisés. Este Patriarca era considerado por los primeros cristianos de Roma como el tipo o figura de S. Pedro. Cuando la Iglesia estableció hoy la consideración del misterio de la vocación de Abrahán reservando hasta ya entrada la Cuaresma la lectura del Éxodo, quedó no obstante fija la estación romana en la basílica del Príncipe de los Apóstoles, figurado también por Abrahán en su cabida de Padre de los creyentes.

El Introito nos muestra los sentimientos del ciego abandonado que implora la compasión del Redentor quien se dignará ser su guía y su anfitrión.


INTROITO

Sé para mí un Dios protector y un lugar de refugio, para que me salves: porque tú eres mi sostén, y mi seguridad: y por tu nombre serás mi caudillo, y me nutrirás. — Salmo: En ti, Señor, he esperado, no sea confundido para siempre: líbrame en tu justicia, y sálvame. V. Gloria al Padre.


COLECTA

Suplicárnoste, Señor, escuches clemente nuestros ruegos: y, libres de los lazos de los pecados, defiéndenos de toda adversidad. Por el Señor.


EPÍSTOLA

Lección del la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Corintios.


Hermanos: Si hablara las lenguas de los hombres y de los Ángeles, pero no tuviera caridad, sería como un bronce sonoro, o como una campana que retiñe. Y si tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; y si tuviera tal fe, que trasladara los montes, pero no tuviera caridad, no sería nada. Y si distribuyera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo, para ser quemado, pero no tuviera caridad, de nada me serviría. La caridad es paciente, es benigna: la caridad no es ambiciosa, no busca sus cosas, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la iniquidad, sino que goza con la verdad: todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. La caridad no desaparece nunca, aunque pasen las profecías, aunque cesen las lenguas, aunque se destruya la ciencia. Porque ahora conocemos sólo en parte, y en parte profetizamos; mas, cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando era niño, hablaba como niño, juzgaba como niño, pensaba como niño. Mas, cuando me hice hombre, abandoné las cosas de niño. Ahora vemos por espejo, en obscuridad; pero entonces (veremos) cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad: la mayor de ellas es la caridad.


ELOGIO DE LA CARIDAD

La Iglesia nos manda leamos hoy el estupendo panegírico de la caridad escrito por S. Pablo. Esta virtud, que en sí encierra el amor de Dios y del prójimo, es la luz de nuestras almas; si éstas carecen de ella, viven en tinieblas y cuanto hagan es estéril. El poder mismo de hacer milagros no es capaz de asegurar la salvación a quien no tiene Caridad; sin ella, las obras más heroicas en apariencia, no son más que un lazo más. Pidamos al Señor esta divina luz; por mucho que aquí nos lo conceda en su bondad, nos la guarda sin medida en la eternidad. El día más espléndido de que podemos gozar en este mundo, es tiniebla espesa comparado con los resplandores eternos. La fe se eclipsará ante la realidad contemplada para siempre; la esperanza no tendrá razón de ser en cuanto entremos en posesión de lo esperado. Sólo el amor reinará y tal es el motivo de su preeminencia sobre las otras dos virtudes teologales. He aquí bien destacado el destino del hombre redimido y alumbrado por Cristo; ¿habrá, por tanto, motivo de asombrarse, que deje todo el hombre para seguir a tal caudillo? Pero… cristianos bautizados en esta fe, en esta esperanza, y con primacías de este amor tan celebrado por S. Pablo, se precipitan estos días en desórdenes groseros, por refinados que pretendan mostrárnoslos a veces. Se diría que pretenden los tales extinguir en sí mismos hasta el último fulgor de la luz divina, en conjura manifiesta con las tinieblas. La Caridad, si en nosotros impera, debe hacernos sensibles al ultraje que a Dios hacen, y movernos a solicitar para esos ciegos, hermanos nuestros, la misericordia del Señor. En el Gradual y el Tracto, celebra la Iglesia las bondades del Señor para con sus elegidos. Los libró del pesado yugo del mundo, ilustrándolos con su luz; son su pueblo y ovejas de su rebaño.


GRADUAL

Tú eres el único Dios que hace maravillas: hiciste notorio entre las gentes tu poder. V. Libraste con brazo fuerte a tu pueblo, a los hijos de Israel y de José.


TRACTO

Tierra toda, canta jubilosa a Dios: servid al Señor con alegría. V. Presentaos ante El con regocijo: sabed que el Señor es el mismo Dios. V. El nos hizo, y no nosotros misinos: somos su pueblo, y las ovejas del su pasto.


EVANGELIO

Continuación del santo Evangelio según S. Lucas.


En aquel tiempo tomó Jesús a los Doce, y les dijo: He aquí que subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas que han sido escritas por los Profetas acerca del Hijo del hombre. Porque será entregado a los gentiles, y escarnecido, y flagelado, y escupido: y, después de flagelarle, le matarán, y al tercer día resucitará. Y ellos no entendieron nada de esto, y estas palabras fueron para ellos un enigma, y no comprendían lo que se les decía. Y sucedió que, al acercarse a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino, mendigando. Y, cuando oyó a la turba que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús el Nazareno. Y clamó, diciendo: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi. Y los que iban delante, le increpaban para que callase. Pero él gritaba con más fuerza: Hijo de David, ten piedad de mí. Y, parándose Jesús, mandó que se lo trajesen. Y, habiéndose acercado, le interrogó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que vea. Y Jesús le dijo: Vé; tu fe te ha salvado. Y al punto vió; y le siguió, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.


CEGUERA Y LUZ ESPIRITUALES

La voz de Cristo anunciando su Pasión acaba de resonar; recibieron los Apóstoles esta confidencia de su Maestro y no la entendieron. Están aún sobradamente imbuidos en los prejuicios de su pueblo en contra de los sufrimientos del Mesías, para darse cuenta cabal de la misión del Salvador; menos mal que no le abandonaron sino que le están adictos y le siguen. Adoremos amorosos la misericordia divina; nos ha sacado como a Abrahán del medio de un pueblo abandonado. Sigamos el ejemplo del ciego de Jericó, clamemos al Señor se digne iluminarnos más y más: “Señor, haz que yo vea”; esta era su oración. Dios nos ha otorgado su luz; pero de poco nos serviría si no despertara en nosotros ansias de ser siempre más. Prometió a Abrahán enseñarle el lugar que le tenía preparado; dígnese así mismo hacernos ver esa tierra de los vivos. Antes, empero, roguémosle se nos muestre a nosotros, conforme al hermoso pensamiento de S. Agustín, para que le amemos y nos abra los ojos y nos conozcamos para que dejemos de amarnos.

Mientras se desarrolla el Ofertorio, pide la Iglesia a favor de sus hijos el conocimiento de la ley de Dios, verdadera luz de vida y quiere aprendan nuestros labios a pronunciar su doctrina y los divinos mandamientos.


OFERTORIO

Bendito eres, Señor: enséñame tus preceptos: con mis labios he contado todos los juicios de tu boca.


SECRETA

Suplicárnoste, Señor, hagas que esta Hostia purifique nuestros pecados y santifique los cuerpos y las almas de tus siervos, para poder celebrar este Sacrificio, Por el Señor,


La antífona de la Comunión nos trae a la memoria el maná dado en el desierto a la raza de Abrahán. Ese alimento, sin embargo, aunque caído de lo alto, no les libró de la muerte. El Pan de vida, en cambio, que bajó del cielo, asienta las almas en la luz eterna, y quien dignamente le come, no morirá.


COMUNIÓN

Comieron, y se sacieron, y el Señor satisfizo sus deseos: no quedaron defraudados en sus anhelos.


POSCOMUNIÓN

Suplicárnoste, oh Dios omnipotente, hagas que, los que hemos recibido estos celestiales alimentos, seamos defendidos por ellos contra toda adversidad. Por el Señor.