martes, 2 de diciembre de 2025

Dom Gueranger: El Tiempo de Adviento

  




EL TIEMPO DE ADVIENTO

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger



CAPITULO I 
HISTORIA DEL ADVIENTO


SU NOMBRE. — En la Iglesia latina, se da el nombre de Adviento al tiempo destinado por la Iglesia para preparar a los fieles a la celebración üe la fiesta de Navidad, aniversario del Nacimiento de Jesucristo. El misterio de este gran día merecía sin duda el honor de un preludio de oración y penitencia: pero es imposible determinar de una manera cierta la época en que fué instituido este tiempo de preparación, que sólo más tarde recibió el nombre de Adviento [1].

El Adviento se puede considerar bajo dos puntos de vista diferentes: como un tiempo de preparación propiamente dicha al Nacimiento del Salvador, por medio de prácticas de penitencia, o como un conjunto de oficios eclesiásticos, organizado con el mismo fin. Ya desde el siglo v nos hallamos con la costumbre de hacer exhortaciones al pueblo para prepararle a la fiesta de Navidad; hasta nos quedan dos sermones de San Máximo de Turín sobre este objeto, sin mencionar otros muchos atribuidos antiguamente a San Ambrosio y a San Agustín, y que parecen ser de San Cesáreo de Arlés. Aunque estos monumentos no nos precisan todavía la duración y los ejercicios que se practicaban en este santo tiempo, al menos nos es dado ver en ellos la antigüedad de una práctica que señala con predicaciones especiales el tiempo de Adviento. San Ivo de Chartres, San Bernardo y algunos otros doctores de los siglos XI y XII nos han dejado sermones especiales de Adventu Domini, completamente distintos de las Homilías dominicales sobre los Evangelios de este tiempo. En las Capitulares de Carlos el Calvo, del año 846, los Obispos advierten a este príncipe que no debe alejarlos de sus Iglesias durante la Cuaresma, ni durante oJ Adviento so pretexto de asuntos de Estado o de alguna expedición militar, porque ellos tienen deberes particulares que cumplir durante ese tiempo, sobre todo el de la predicación.

Un antiguo documento donde se encuentran precisados ya el tiempo y las prácticas del Adviento, aunque de manera poco clara todavía, es un pasaje de San Gregorio de Tours, en el segundo libro de su Historia de los Francos en el que cuenta que San Perpetuo, uno de sus predecesores que ejercía su cargo hacia el año 480, había determinado que los fieles debían ayunar tres veces a la semana, desde la fiesta de San Martin hasta Navidad [2]. ¿Establecía San Perpetuo, por esta ordenación, una nueva observancia o sencillamente sancionaba una ley ya establecida? Imposible determinarlo hoy día con exactitud. Notemos solamente que existe un período de cuarenta días o más bien de cuarenta y tres días expresamente señalado y consagrado a la penitencia como otra Cuaresma, aunque menos rigurosa [3]

Poco después nos hallamos con el canon nueve del primer concilio de Macón, celebrado en 583, el cual ordena que durante el mismo intervalo de San Martín hasta Navidad, deberá ayunarse los lunes, miércoles y viernes y que se celebrará el sacrificio según el rito de la Cuaresma. Algunos años antes, el segundo Concilio de Tours, celebrado en 567, obligaba a los monjes a ayunar desde principios del mes de diciembre hasta Navidad. Esta práctica penitencial se extendió pronto a toda la cuarentena, obligatoria también para los fieles, dándosele vulgarmente el nombre de Cuaresma de San Martín. Las Capitulares de Carlomagno, en el libro sexto, no dejan lugar a duda; y Rabano Mauro asegura lo mismo en el libro segundo de su Institución de los Clérigos. Hasta se hacían regocijos particulares en la fiesta de San Martín, la mismo que ahora al acercarse la Cuaresma y en la fiesta de Pascua.

CAMBIOS EN LA OBSERVANCIA. — La obligatoriedad de esta Cuaresma, que naciendo de una manera casi inperceptible había llegado a crecer en lo sucesivo hasta llegar a ser una ley sagrada, se fué relajando poco a poco; los cuarenta días desde San Martín a Navidad quedaron convertidos en cuatro semanas. Ya hemos visto que la práctica de este ayuno había nacido en Francia; de allí se había extendido por Inglaterra, según sabemos por la Historia del Venerable Beda; por Italia, como consta por un diploma de Astolfo rey de los Lombardos (f 753); por Alemania y España[4] etcétera, como se puede ver por las pruebas que aporta la gran obra de Don Marténe sobre los antiguos Ritos de la Iglesia. La primera noticia que encontramos sobre la reducción del Adviento a cuatro semanas parece ser la carta del Papa San Nicolás I a los Búlgaros que data del siglo ix. El testimonio de Ratiero de Verona y de Abdón de Fleury, autores del mismo siglo, sirve también para probar que el acortamiento del ayuno del Adviento era en aquellos días cuestión candente. Es cierto que San Pedro Damiano, en el siglo XI, supone todavía que el ayuno del Adviento duraba cuarenta días, y San Luis, dos siglos más tarde, también lo observaba; pero tal vez este Santo lo practicaba así por una devoción particular.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Sermón Domingo Primero de Adviento

Sermón

S. E. R. Pío Espina Leupold


Lección

Hermanos: Sabed que ya es hora de que surjamos del sueño, pues nuestra salud está ahora más cerca que cuando comenzamos a creer. Ha pasado la noche, ha llegado el día. Dejemos, pues, las obras de las tinieblas y empuñemos las armas de la luz. Marchemos honradamente, como de día: no en glotonerías y embriagueces, no en liviandades e impudicicias, no en contiendas y envidias: antes revestíos del Señor Jesucristo.

Romanos XIII, 11-14


Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Habrá señales en el sol y en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de gentes por la confusión del sonido del mar y de las olas, secándose los hombres por el temor y la expectación de lo que sucederá en todo el orbe, pues las virtudes de los cielos se conmoverán. Y entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y majestad. Cuando comiencen a realizarse estas cosas, mirad y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Ved la higuera y todos los árboles: cuando ya producen de sí fruto, sabéis que está cerca el verano. Así también, cuando veáis que se realizan estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca. De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

San Lucas XXI, 25-33


sábado, 29 de noviembre de 2025

Dom Gueranger Domingo Primero de Adviento







DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


Este domingo, primero del Año eclesiástico, lleva en los documentos y crónicas de la Edad Media el nombre de Dominica Ad te levavi, por las primeras palabras del Introito, o también el de Domingo Aspiciens a longe, por las primeras palabras de uno de los Responsorios del Oficio de Maitines.

La Estación[1] se celebra en Santa María la Mayor; la Iglesia quiere comenzar anualmente la vuelta del Año litúrgico bajo el amparo de María, en la augusta Basílica que venera la gruta de Belén, y que por esta razón se llama en los antiguos monumentos Santa María ad Praesepe. Imposible escoger un lugar más a propósito para saludar ya el próximo y divino alumbramiento que ha de alegrar al cielo y a la tierra, mostrando el sublime prodigio de la fecundidad de una Virgen.

Transportémonos con el pensamiento a este sagrado templo y unámonos a las oraciones que allí se oyen; son las mismas que vamos a exponer aquí.

En el Oficio nocturno, la Iglesia comienza hoy la lectura del Profeta Isaías (siglo VIII antes de J. C.), el que con mayor claridad predijo las características del Mesías; continuando esta lectura hasta el día de Navidad inclusive. Tratemos de saborear las enseñanzas del santo Profeta y que el ojo de nuestra fe logre descubrir amorosamente al Salvador prometido, bajo los rasgos ya graciosos, ya terribles, con que nos le pinta Isaías.

Las primeras palabras de la Iglesia en medio de la noche son estas:

Al Rey que ha de venir, venid, adorémosle.

Después de haber cumplido con este deber supremo de adoración, escuchemos el oráculo de Isaías, transmitido por la Iglesia.

Empieza el libro del Profeta Isaías.

Visión de Isaías, hijo de Amos, que tuvo sobre las cosas de Judá y Jerusalén en tiempo de Ozías, Joatán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá.

Oíd, cielos, y tú, oh tierra, escucha, porque el Señor habla: Crié hijos y los engrandecí; pero ellos me despreciaron. El buey conoció a su amo y el asno el pesebre de su dueño[2]: mas Israel no me reconoció y mi pueblo no me entendió.

¡Ay de la nación pecadora, del pueblo cargado de pecados, raza maligna, hijos malvados!: han abandonado al Señor, han blasfemado del Santo de Israel, le han vuelto las espaldas.

¿Para qué os heriré de nuevo a vosotros, que añadís pecados a pecados? Toda cabeza está enferma y todo corazón triste. Desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, no hay en él parte sana[3]. Ni la herida, ni los cardenales, ni la llaga infectada ha sido vendada ni suavizada con aceite. (Is., I, 1-6.)

Estas palabras del santo Profeta, o más bien de Dios, que habla por su boca deben impresionar vivamente a los hijos de la Iglesia, a la entrada de santo tiempo del Adviento. ¿Quién no temblaría oyendo este grito del Señor despreciado, el mismo día de su visita a su pueblo? Por temor a asustar a los hombres, se despojó de su resplandor; y lejos de sentir la potencia divina de Aquel que así se anonada por amor, no le reconocieron; y la gruta que escogió para descansar después de su nacimiento, no se vio visitada más que por dos brutos animales. ¿Comprendéis, cristianos, cuán amargas son las quejas de vuestro Dios?, ¿cuánto sufre con vuestra indiferencia su amor menospreciado?

viernes, 28 de noviembre de 2025

Boletín Dominical 30 de noviembre



Día 30 de Noviembre, Domingo I de Adviento.

Doble de I clase- Orn. Morados.

La idea dominante de la liturgia de hoy es la venida de Cristo como Juez al fin del mundo. El sentimiento dominante es de temor del Juez, y por lo tanto es también la petición confiada a Jesús que viene a salvarnos.

La Epístola nos exhorta a revestirnos de Cristo y a abandonar las obras de las tinieblas que son los pecados, para disponer el alma a recibir al Salvador.

Solo las almas puras, los limpios de corazón, verán a Dios; únicamente ellas pueden recibir a Jesucristo de modo que sea para ellas el Salvador.




El Tiempo de Adviento

Con el tiempo litúrgico de Adviento da comienzo el año eclesiástico. Toda la Liturgia de estas cuatro semanas está como clamando por la llegada del Redentor prometido. Y este deseo, este suspirar de la humanidad caída por el Mesías que la había de reconciliar con Dios, quiere la Iglesia infundirnos en el alma para inflamarla en el deseo de la doble venida de Jesús, venida de gracia y venida de gloria, y para disponerla a recibirle dignamente.

En realidad, Jesús es la luz del mundo, el cual sumido en tinieblas deseaba ver la luz increada de Dios; luz que iluminara las inteligencias, luz que purificara las almas, luz que hiciera arder en los corazones los destellos de la caridad. 

La humanidad cargada con el peso de la culpa esperaba con ansias al Libertador; hundida por el pecado en la abyección, ansiaba por el Redentor y por el Santificador, que, al unirse hipostáticamente con ella, la elevará hasta el trono de Dios. 

Al recorrer las Misas y los Oficios de Adviento, el alma se siente impresionada por ese continuo clamar por el Mesías: “Ven, Señor, y no tardes.” “Venid y adoremos al Rey que va a venir.” “Manifiesta, Señor, tu poder y ven.” “¡Oh Sabiduría! Ven a enseñarnos el camino de la prudencia.” “Oh Dios, guía de la casa de Israel, ven a rescatarnos.” “Oh Vástago de Jesé, ven a redimirnos y no tardes.”  “Oh llave de David y cetro de la casa de Israel, ven y saca a tu cautivo sumido en tinieblas y sombras de muerte.” “Oh Oriente, resplandor de la Luz Eterna, ven y alúmbranos…”  “Oh Rey de las Naciones y su deseado, ven a salvar al hombre que formaste del barro.”

Y ésta venida misericordiosa de Jesús al revestirse de nuestra carne y darnos el alimento de su doctrina y de su propio Cuerpo, se complementará con la otra venida, al fin del mundo, en la cual aparecerá rodeado de gloria y majestad como Juez supremo, para decir a los unos : “Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os tengo preparado desde el principio del mundo” y conminar a los otros, por sus maldades, diciéndoles: “Id malditos al fuego eterno.”

De estos dos advenimientos, venida de gracia y venida de gloria, habla indistintamente la liturgia del Adviento.

Preparemos, pues, y dispongamos nuestra alma para recibir a Jesús espiritual y sacramentalmente, con el amor, la oración, el sacrificio y la penitencia, trayendo a la memoria esta venida histórica y futura de nuestro Salvador, desterrando de nuestros hábitos y costumbres todo aquello que nos aleja de Dios, procurando no estorbar la acción del Espíritu Santo en nosotros.



domingo, 23 de noviembre de 2025

Sermón Domingo XXIV y último después de Pentecostés

Sermón

S. E. R. Pío Espina Leupold

Lección

Hermanos: No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenados del conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría y toda inteligencia espiritual: para que caminéis dignamente, agradando a Dios en todo: fructificando en toda clase de obras buenas y creciendo en la ciencia de Dios: confirmándoos en toda virtud según el poder de su claridad, en toda paciencia y longanimidad, con gozo, dando gracias al Dios Padre, que nos hizo dignos de participar de la herencia de los Santos en la luz: que nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el cual poseemos la redención, por su sangre, la remisión de los pecados.

Colosenses, I, 9-14


Evangelio

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el Profeta Daniel caer sobre el templo: el que lea, que entienda: entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes: y el que esté en la terraza, no baje a tomar nada de su casa: y el que esté en campo, no vuelva a tomar su túnica. Y ¡ay de las preñadas y de las que alimenten en aquellos días! Rogad, en cambio, para que vuestra fuga no sea en invierno, o en sábado. Porque habrá entonces una tribulación muy grande, como no ha existido ni existirá otra, desde el principio del mundo hasta hoy. Y, si no fuesen acortados aquellos días, no se salvaría nadie: pero, por amor de los elegidos, serán abreviados aquellos días. Si alguien os dijere entonces: Aquí o allí está el Cristo: no lo creáis. Porque surgirán seudocristos y seudoprofetas: y harán grandes milagros y prodigios, de tal modo que sean engañados (si fuese posible) los mismos elegidos. Ya os lo he predicho. Si os dijeren, pues: Está en el desierto; no salgáis: Está escondido; no lo creáis. Porque, como el relámpago sale de Oriente y aparece al punto en Occidente,, así será también la llegada del Hijo del hombre. Donde estuviere el cuerpo, allí se congregarán las águilas. Y, en seguida, después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no lucirá, y las estrellas caerán del cielo, y los pilares del cielo se tambalearán: y entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre: y entonces llorarán todas las tribus de la tierra: y verán al Hijo del hombre venir en las nubes del cielo con mucho poder y majestad. Y enviará sus Ángeles con trompeta y con gran voz: y congregarán a sus elegidos de los cuatro vientos, desde lo más alto de los cielos hasta su extremo. Y aprended esta parábola de la higuera: cuando ya está tierna la rama, y han nacido las hojas, sabéis que está cerca el verano: así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cerca, está a las puertas. En verdad os digo, que no pasará esta generación, hasta que se realice todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

San Mateo, XXIV, 15-34

 

sábado, 22 de noviembre de 2025

Dom Gueranger: Domingo XXIV y último después de Pentecostés

 




DOMINGO XXIV Y ÚLTIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger


EL FIN DEL AÑO LITÚRGICO

El número de Domingos después de Pentecostés puede pasar de veinticuatro y llegar hasta veintiocho, según que la Pascua se acerque más o menos, en los diversos años, al equinoccio de primavera. Pero la Misa que sigue se reserva siempre para el último; el intervalo se llena, si le hay, con los varios, más o menos, Domingos después de Epifanía, que en este caso no se usaron al principio del año. Pero esto debe entenderse exclusivamente de las Oraciones, Epístolas y Evangelios: pues, como ya dijimos, el Introito, Gradual, Ofertorio y Comunión son hasta el fln los mismos que los del Domingo veintitrés.


MISA DEL DOMINGO VIGÉSIMOTERCERO

Ya hemos visto que esta Misa del Domingo era considerada verdaderamente por nuestros antepasados como la última del Ciclo. El Abad Ruperto nos ha explicado el profundo sentido de sus diversas partes. Según la doctrina que tuvimos ocasión de meditar anteriormente, la reconciliación de Judá se nos presenta en ella como término de las intenciones divinas en el tiempo; las últimas notas de la Sagrada Liturgia se han mezclado en ella con la última palabra de Dios en la historia del mundo. El fin que la eterna Sabiduría pretendió en la creación y que misericordiosamente prosiguió después de la caída con la redención, está conseguido en efecto y de modo completo; porque este fin no fué otro sino la unión divina con el género humano, verificada en la unidad de un solo cuerpo. Ahora que los dos pueblos enemigos, gentil y judío, quedan unidos en un solo hombre nuevo, en su cabeza Jesucristo los dos Testamentos que tan hondamente señalaron a través de los siglos la distinción de los tiempos viejos y nuevos, se borran a si mismos para dar lugar a los esplendores de la eterna alianza.


LA MISA DE ESTE DÍA

La Iglesia, pues, detenía antiguamente aquí la marcha de su Liturgia. Estaba contenta de haber llevado a sus hijos, no sólo a penetrar de esta forma en el desarrollo completo del pensamiento divino, sino también y principalmente a unirse de esa manera con el Señor en una verdadera unión, mediante la comunidad de intentos, de intereses y de amor. Tampoco volvía ya a anunciar la segunda venida del Hombre-Dios y el juicio final, que hizo durante el Adviento objeto de sus meditaciones al empezar la vía purgativa. Sólo después de siglos, queriendo dar al Ciclo una conclusión más precisa y más al alcance de los cristianos de nuestros días, se decidió a terminarlo con el relato profético de la tremenda venida del Señor, que da fin al tiempo y principio a la eternidad. Como San Lucas ya desde tiempo inmemorial es el encargado de anunciar esta terrible venida en los días del Adviento, se escogió el Evangelio de San Mateo para describirla de nuevo y más ampliamente en el último Domingo después de Pentecostés.


MISA


INTROITO

Dice el Señor: Yo pienso pensamientos de paz y no de aflicción: me invocaréis, y yo os escucharé: y os haré volver de vuestra cautividad en todos los lugares.— Salmo: Bendijiste, Señor, tu tierra: redimiste la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.

 

La práctica de las buenas obras nos hace alcanzar con la ayuda de la gracia una gracia mayor. Pidamos con la Iglesia, en la Colecta, una acción eficaz de este divino motor sobre nuestras voluntades.

viernes, 21 de noviembre de 2025

Boletín Dominical 23 de noviembre



Día 23 de noviembre, Domingo XXIV Y último después de Pentecostés

Doble-Orn. Verdes. Conm. de San Clemente I, Papa y Mártir.

Habiéndosele preguntado a Jesús cuando sería la ruina de Jerusalén y vendría el fin del mundo, contesta señalando las terribles calamidades que precederían a aquellas dos manifestaciones de la justicia de Dios. 

La destrucción de Jerusalén se cumplió a los pocos años de la Ascensión, por los ejércitos de Tito, y es una de las catástrofes más espantosas de la historia. 

Al fin del mundo, en medio del trastorno universal de cielos y tierra aparecerá la señal de la Cruz y quedará aterrorizados todos los pueblos de la tierra, que verán venir a Jesucristo rodeado de gran poder y majestad, entonces saldrán a esperarle los elegidos con las ansias que el águila muestra cuando cae sobre su presa. La presencia de Cristo será terrible para los hombres que no quisieron reconocerle y servirle como a su Dios y Señor, terrible para los pecadores. En cambio, para los justos será amable y apacible.

“Libera me, Domine, de morte æterna, in die illa tremenda, quando cœli movendi sunt et terra. Dum  veneris judicare sæculum per ignem.”

La Iglesia pone fin al año eclesiástico, que termina el sábado de la presente semana, con éste pensamiento de la última venida de Nuestro Señor Jesucristo.



Al fin de todo Vendrá Jesús, pero no humilde y manso como la vez primera y en un rinconcillo del mundo; antes vendrá “con poderío y majestad”, y el Hijo del Hombre aparecerá con la rapidez de un relámpago y vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego. No hay pensamiento tan poderoso como éste para apartarnos del pecado. Claro lo dice S. Basilio en la homilía de hoy. “Cuando el deseo de pecar te ande salteando, quisiera que te acordases del tremendo y terrible tribunal de Cristo…ante el cual uno a uno iremos dando cuenta de nuestra vida. Inmediatamente, los que hubieren perpetrado muchos males durante su vida se verán rodeados de ángeles terribles y feísimos que los precipitaran en el abismo sin fondo, en donde arde envuelto en espesas tinieblas un fuego sin llamas y gusanos venenosos devoran sin cesar sus carnes, causándoles con sus mordeduras inaguantables dolores; y por fin, el oprobio y eterna confusión, que es el peor de todos los suplicios. Temed estas cosas y traspasados de este temor, servíos de la memoria como de freno contra la concupiscencia y el pecado”.