CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
Año Litúrgico – Dom Prospero Gueranger
EL DOMINGO DE LA ALEGRÍA
Este domingo, llamado Laetare, por comenzar así la primera palabra del Introito de la Misa, es uno de los más célebres del año. Este día, la Iglesia suspende las tristezas de Cuaresma; los cantos de la Misa sólo hablan de la alegría y el consuelo; el órgano, mudo en los tres domingos precedentes, se hace oír hoy; el diácono viste la dalmática, el subdiácono la túnica; y se permite sustituir los ornamentos de color morado por los de rosa. Ya vimos, en el Adviento, practicar estos mismos ritos en el tercer domingo llamado Gaudete. Esta nota de alegría que la Iglesia pone hoy en su Liturgia tiene por ñn felicitar a sus hijos por su celo. Han recorrido ya la mitad de la santa Cuaresma y quiere estimular sus energías para coronar la carrera (Como antiguamente la Cuaresma comenzaba no el miércoles de Ceniza, sino el primer domingo de Cuaresma, resultaba que el cuarto domingo fijaba exactamente la mitad del tiempo cuaresmal. Este era el domingo de la Media Cuaresma. Más tarde se adelantó la Cuaresma cuatro días, la Mitad de la Cuaresma se adelantó del domingo al jueves. De todo esto no tenemos indicios en los textos litúrgicos).
LA ESTACIÓN
En Roma, se celebra la estación en la basílica de Santa Cruz de Jerusalén, una de las siete principales de la ciudad eterna. También se la llamó la basílica Sesoriana, porque, en el siglo IV, se trasladó al palacio Sesoriano; Santa Elena la quiso hacer como la Jerusalén de Roma y por eso la enriqueció de preciosas reliquias. Mandó trasportar en vistas a este fin, una gran cantidad de tierra, tomada del monte Calvario y la colocó en este santuario, además, de otros recuerdos de la Pasión del Salvador, como la inscripción colocada sobre la cabeza, cuando agonizaba en la Cruz, y que aún hoy día se venera allí con el nombre de Titulo de la Cruz. El nombre de Jerusalén dado a esta basílica, renueva todas las esperanzas del cristiano, ya que recuerda la patria celestial, la verdadera Jerusalén, de la que aún estamos desterrados; todo esto ha contribuido a que los Soberanos Pontífices, ya desde muy antiguo, la escogiesen para la estación de este día. Hasta los tiempos en que los Papas vivían en Aviñón se inauguraba en este templo la Rosa de oro, ceremonia que hoy día tiene lugar en el palacio en que reside el Papa.
LA ROSA DE ORO
La bendición de la Rosa de oro es aún hoy día uno de los ritos propios del cuarto domingo de Cuaresma: También se le ha llamado por este motivo domingo de la Rosa. Las ideas seductoras que despierta esta flor están muy en armonía con los sentimientos que la Iglesia hoy quiere inspirar a sus hijos a quienes la alegre Pascua va a abrirles pronto una primavera espiritual, de quien la natural no es más que una pálida figura; también esta institución ha tenido suma importancia a través de los siglos.
S. León IX, en el año 1049, la instituyó en la abadía de Santa Cruz de Woffencheum; nos queda un sermón sobre la Rosa de oro, que Inocencio III pronunció en este día en la Basílica de Santa Cruz de Jerusalén (P. L., t. CCXVIII, c. 393). En la Edad Media cuando el Papa residía aun en el palacio de Letrán, después de haber bendecido la Rosa, se dirigía acompañado de todo el Sacro Colegio hacia la Iglesia estacional, llevando en la mano esta flor Simbólica. Una vez llegado a la basílica, pronunciaba, un discurso sobre los misterios que representa la Rosa por su belleza, su color y su perfume. A continuación se celebraba la Misa. Una vez acabada, el Pontífice volvía a Letrán atravesando la llanura que separaba las dos basílicas, llevando siempre en su mano la Rosa. A la llegada a las puertas del palacio, si había algún príncipe entre los que formaban el cortejo, era deber suyo sostener el estribo y ayudar al Pontífice a bajar del caballo; como recompensa de su cortesía recibía esta Rosa, objeto de tantos honores.